Sueños de libertad Capítulo 434 (Joaquín, eres un fracasado, no cuestiones mi liderazgo)
En la opulenta, pero tensa, oficina de la dirección de Perfumerías De la Reina, Joaquín, con el rostro pálido y los hombros caídos por el peso de una renuncia forzada, se enfrenta a Don Pedro, el hombre que acaba de arrebatarle el poder. El aire es denso, cargado con el olor a esencias florales costosas y el amargo regusto del fracaso. Las sombras alargadas de la tarde se proyectan sobre los muebles de caoba, testigos mudos de la humillación.

Don Pedro, impecablemente vestido, se recuesta en la silla de cuero, la que hasta hace poco era de Joaquín. Sus ojos, fríos y calculadores, brillan con una satisfacción apenas contenida. La sonrisa que surca su rostro es más una mueca de triunfo que una expresión de alegría.
DON PEDRO
(Voz profunda, cortante, cada palabra es una daga)
Ahí estás, Joaquín. Te esperaba. Debo decir que tu nota de dimisión ha sido… concisa. Un alivio, en realidad. Ahorra tiempo, ¿sabes? El tiempo, ese bien tan preciado que tú malgastaste en la dirección.
JOAQUÍN
(Con la voz ronca, tratando de mantener la dignidad)
Pedro, no estoy aquí para discutir mi decisión. Es firme. Vengo a entregar las llaves, a asegurarme de que la transición sea… fluida. Por el bien de la empresa.
DON PEDRO
(Se echa a reír, un sonido seco y desagradable)
¿Por el bien de la empresa? ¡No me hagas reír, Joaquín! La única razón por la que esta empresa no se ha ido a pique bajo tu… liderazgo… es por la inercia que le dejó Jesús. Y ahora, con la desaparición de María y ese bebé, con la fábrica patas arriba buscándolos, ¿crees que alguien se traga lo del “bien de la empresa”? Has huido como la rata que eres.
JOAQUÍN
(Aprieta los puños, la rabia pugna por salir)
¡No me hables así! He tomado decisiones difíciles. Asumo mi responsabilidad, cosa que muchos aquí nunca hacen. Además, la búsqueda de María y el bebé es lo más importante ahora.
DON PEDRO
(Se levanta, rodea el escritorio lentamente, como un depredador)
Responsabilidad… Es una palabra grande para alguien tan pequeño, ¿no crees? Mira a tu alrededor, Joaquín. Mira este escritorio, este despacho. Soñaste con esto, ¿verdad? Creíste que solo por ser un De la Reina ya tenías el temple, la visión. Pero te equivocaste. Eres blando. Demasiado emocional. Te preocupas por el personal, por las “condiciones”, por… ¡bobadas!
JOAQUÍN
(Da un paso atrás instintivamente, sintiendo el aliento helado de Pedro en el cuello)
Estoy tratando de ser civilizado, Pedro. No lo compliques.
DON PEDRO
(Su voz se intensifica, rozando el grito)
¡No! Voy a simplificártelo. Quiero que entiendas tu lugar. Vuelves a ser adjunto a la dirección. Bajo mi mando. Y le has quitado el puesto a Tasio. El pobre Tasio, tan leal, tan capaz de seguir órdenes sin rechistar… No le ha sentado bien, ¿sabes? Pero no importa. Es solo otro peón. El verdadero peón aquí, el gran fracasado, eres tú, Joaquín.
JOAQUÍN
(Sus ojos se llenan de una mezcla de dolor y desafío)
Yo intenté hacer lo correcto. Intenté que la empresa fuera más que un simple negocio. Traté a la gente con respeto.
DON PEDRO
(Lo acorrala contra la pared, su rostro a centímetros del de Joaquín)
¡Aquí solo hay lugar para los tiburones! ¡Para los que aprietan, para los que no dudan! La gente te respetaba por miedo, no por tu bondad. ¿Y sabes qué? Lo has confirmado. Tu renuncia, tu vuelta al puesto inferior… es la prueba de que no sirves. Eres un error en el linaje De la Reina. Una mancha. Y no solo en la empresa. También en tu matrimonio, en tu vida personal… ¿Crees que Gema te ve como un líder, ahora? ¿Crees que alguien te tomará en serio?
JOAQUÍN
(Un temblor recorre su cuerpo. La mención de Gema lo golpea donde más duele)
Déjala fuera de esto.
DON PEDRO
(Retoma la burla, saboreando cada sílaba)
No. ¿Cuestionas mi liderazgo ya, Joaquín? Porque eso es lo que acabas de hacer, con esa voz temblorosa. Déjame dejarte algo muy claro. A partir de hoy, solo hay una voz en esta empresa, y es la mía. No toleraré susurros, ni miradas de desaprobación. Y si vuelves a cuestionar una sola de mis decisiones, si intentas socavar mi autoridad, haré que tu vida aquí, y te lo prometo, tu vida fuera de aquí, se convierta en un infierno.
JOAQUÍN
(Respira hondo, la desesperación se transforma en una fría determinación)
Te entiendo. El mensaje es claro. Vuelvo a mi puesto. Pero no por miedo, Pedro. Vuelvo para vigilarte. Para asegurarme de que tu ambición no destruya todo lo que mi familia construyó. Y si haces algo que ponga en peligro a cualquiera de los nuestros, no importa cuánto poder creas que tienes ahora, te juro que iré a por ti.
DON PEDRO
(Se aparta de golpe, su expresión se endurece en un gesto de puro desprecio. La risa ha desaparecido)
Qué dramático. Los fracasados siempre recurren a las amenazas vacías. Ahora, sal de mi despacho, Joaquín. Tengo una empresa que dirigir. Una empresa que tú, con tu debilidad, casi condenas.
Joaquín se queda inmóvil por un segundo, su mirada fija en el fuego helado de los ojos de Don Pedro. Gira lentamente, abre la puerta y se marcha, dejando atrás no solo su puesto, sino el sueño de ser el hombre que su familia y Gema esperaban. Don Pedro se sienta de nuevo, toma el teléfono y descuelga el auricular.
DON PEDRO
(Con una calma escalofriante)
Quiero a Tasio aquí. Ahora. Y llama al personal de mantenimiento. Que cambien la alfombra. Huele a… debilidad.