Sueños de Libertad Capítulo 434 (Gabriel acepta adoptar a Julia, pero una duda lo atormenta)

La oficina de Gabriel se sentía opresiva, no por su tamaño, sino por el peso de la decisión recién tomada. El sol de la tarde se filtraba por la ventana, pero su brillo no alcanzaba a disipar la sombra de la duda que se cernía sobre él. Había aceptado. Había dado su palabra a Begoña de que adoptaría a Julia, la hija que compartía con el difunto Jesús. Era el paso lógico, el cimiento sobre el cual construir su nueva familia, su vida con Begoña. Pero la lógica, a veces, era una fachada para el abismo emocional.

Se sirvió un vaso de agua, sus manos temblaban ligeramente. El vaso chocó contra la jarra con un sonido seco, amplificado por el silencio de la estancia.

GABRIEL

(Para sí mismo, su voz un susurro áspero)

Aceptar… es lo correcto. Es lo que Begoña necesita. Lo que Julia necesita. Un padre. Una estructura.

Recorrió el despacho, sus pasos midiendo la distancia de un hombre atrapado en una jaula de oro. Su rostro, habitualmente una máscara de control y encanto, estaba ahora surcado por líneas de auténtica preocupación. No era el miedo a la responsabilidad, sino algo más profundo, un temor que tocaba la fibra de su propia identidad y su turbulento pasado.

GABRIEL

(Mirando una foto en el escritorio de Begoña y Julia, una imagen de felicidad inocente)

Es una niña maravillosa. Inteligente, sensible… Se parece tanto a… a Begoña.

La punzada de la duda, esa espina que lo atormentaba, se clavó más hondo. No era la niña lo que le preocupaba. Era él mismo. Su sangre. Su historia.

GABRIEL

(Se lleva una mano a la sien, cerrando los ojos con fuerza)

Soy un De la Reina. Pero… ¿qué clase de De la Reina? El que manipula, el que miente, el que estuvo a punto de destrozar todo esto por una venganza estúpida. ¿Esa sangre… no terminará manchándola a ella también?

Se sentó pesadamente detrás del escritorio, sintiendo el frío de la madera. La adopción era un acto legal, un papel firmado. Pero ser padre… era un compromiso del alma.

GABRIEL

¿Puedo ser el padre que Julia merece? ¿Un hombre sin secretos, sin una doble vida acechando en las sombras? ¿O mi naturaleza, la verdadera, la que me impulsó a la oscuridad, saldrá a la luz?

Recordó el plan que había urdido con Isabel. La traición, la frialdad con la que había estado dispuesto a arruinar a su propia familia. Aunque se había retractado, aunque ahora estuviera en un camino de redención, el eco de esa oscuridad seguía allí.

La puerta del despacho se abrió suavemente. Begoña entró, su rostro iluminado por una sonrisa que disipó momentáneamente la penumbra del ánimo de Gabriel. Llevaba dos tazas de café humeante.

BEGOÑA

(Dulce y aliviada)

Aquí tienes. Pensé que te vendría bien un poco de consuelo después de… después de la conversación.

Le tendió una taza. Gabriel la tomó, sintiendo el calor reconfortante en sus manos frías.

GABRIEL

(Intentando sonar tranquilo)

Gracias, Begoña. Ha sido… intenso.

BEGOÑA

(Se sienta en la silla de enfrente, su mirada llena de esperanza)

Lo sé. Y lo entiendo. Adoptar a Julia, tomar este paso… es un acto de amor inmenso. No solo por mí, Gabriel, sino por ella. Significa darle la estabilidad que necesita, un futuro seguro. Un verdadero padre.

GABRIEL

(La mira a los ojos, con una sinceridad casi dolorosa)

¿Tú crees eso? ¿De verdad crees que puedo ser ese… verdadero padre?

BEGOÑA

(Se inclina hacia adelante, tomando suavemente su mano sobre el escritorio)

Lo sé. Te he visto con ella. La forma en que le explicas el cielo, la paciencia que tienes con sus preguntas. Le diste estabilidad cuando su mundo se derrumbó con la muerte de Jesús. Y lo más importante: eres un hombre bueno, Gabriel. Un hombre que ama.

La palabra “bueno” resonó en su cabeza como una campana desafinada. Se estremeció.

Sueños de libertad Capítulo 434 Avance

GABRIEL

(Retirando su mano, la voz baja y tensa)

Begoña, hay cosas… hay tantas cosas que no sabes sobre mí. Hay demonios que…

BEGOÑA

(Interrumpiéndole con firmeza, pero dulzura)

Todos tenemos demonios, Gabriel. Incluso Jesús los tenía, y su oscuridad nos consumió a Julia y a mí. Pero tú… tú has luchado contra los tuyos. Has elegido la luz, has elegido la verdad. Y eso, para mí, es la definición de un hombre de bien.

Una lágrima solitaria rodó por la mejilla de Begoña. Ella no la secó.

BEGOÑA

No me importa tu pasado, Gabriel. Me importa el hombre que eres hoy, el que veo. Y ese hombre es el único con el que quiero que Julia crezca. ¿Qué te atormenta? Dímelo.

Gabriel miró la foto de Julia de nuevo. La verdad ardía en su garganta, la historia de su venganza, el engaño a la familia, su verdadera identidad. Revelarlo ahora podría destrozar la confianza que tanto le había costado construir, podría poner en peligro la adopción, y lo que era peor, el amor de Begoña.

GABRIEL

(Su mirada se vuelve dura, enmascarando su tormento)

Me atormenta no ser digno. El miedo de que la historia se repita. De que al final… yo no sea mejor que los hombres que nos precedieron. De que un día, Julia descubra que… su padre adoptivo tiene sombras que nunca se irán.

Begoña, sin saber la magnitud real de esas “sombras”, se levantó y lo rodeó por detrás del escritorio, abrazándolo con fuerza, su mejilla sobre su cabello.

BEGOÑA

(Susurrando)

Todos tenemos sombras, mi amor. Pero no definen quiénes somos. Tu elección de amar, de proteger, de ser una familia… eso es lo que te define. Eres el padre que Julia necesita. Y ella te hará mejor. Por favor, no dejes que el miedo te quite esto.

Gabriel se quedó inmóvil en el abrazo, sintiendo la presión de su amor y la de su mentira. Había aceptado la adopción, pero la duda que lo atormentaba no era sobre su capacidad de amar a Julia, sino sobre la bomba de relojería que era su propia verdad. ¿Y si alguien, Isabel, un cabo suelto de su pasado, decidiera hablar? ¿Y si la verdad salía a la luz después de que Julia lo hubiera llamado “papá”?

Su mente se aceleró. Tenía que blindarse. Tenía que asegurarse de que ningún fantasma del pasado pudiera tocar a Begoña o a Julia.

GABRIEL

(Su voz, ahora con un tono de resolución fría, apenas audible)

Tienes razón. No dejaré que el miedo me lo quite. Seré su padre. Seré un buen padre.

Pero en sus ojos, mientras correspondía el abrazo, había un brillo gélido. Un juramento silencioso. No solo para Julia, sino para proteger su secreto a toda costa. El camino a la redención estaba lleno de trampas, y él sabía que la mayor de ellas era la verdad que aún guardaba bajo llave.

El peligro no había terminado; simplemente había cambiado de forma. Ahora, era interno.