Sueños de Libertad Capítulo 432 (Traición y Poder: ¿Marta Nueva Directora en Fábrica Reina?)
El imponente despacho principal de la Fábrica Reina es el escenario de una confrontación helada por el poder. La luz entra a raudales, pero el aire está denso con la atmósfera de traición y ambición desenfrenada.
Damián de la Reina (el patriarca, con un semblante de derrota amarga y resignación) preside la mesa, rodeado por la junta de accionistas, cuyos rostros reflejan el frío cálculo y la expectativa voraz.
El silencio se rompe cuando Marta (su hija, vestida con una impecable severidad, pero con la angustia latiéndole en la mirada) se pone de pie para dirigirse a la junta. La propuesta está sobre la mesa: nombrar a un nuevo Director/a tras la destitución de Don Pedro, y todos han votado a favor de ella.
“Señores,” comienza Marta, su voz es firme pero se quiebra levemente en el borde. “Agradezco profundamente la confianza que han depositado en mí. Saber que la mayoría de ustedes, e incluso Tasio, me ven como la persona adecuada para tomar las riendas de la Fábrica Reina en este momento… es un honor inmenso.”
Andrés (su hermano, que la mira con una mezcla de orgullo y preocupación) asiente con la cabeza, animándola.
Marta hace una pausa. Su mirada se desvía hacia el asiento vacío de su amada Fina. La pena por su ausencia es un golpe físico que la hace vacilar. La Fábrica Reina ha sido su refugio y su carga.
“Pero debo ser honesta con ustedes y con esta empresa,” continúa Marta, y su voz se vuelve ahora una confesión dolorosa. “En este momento, no puedo. No voy a poder.”
Un murmullo de incredulidad recorre la sala. Damián la mira con desconcierto y rabia contenida.
“¿Marta, qué estás diciendo?” pregunta Damián, sin aliento. “¡Acabamos de ganar esta batalla! ¡La fábrica necesita un liderazgo fuerte y no hay nadie mejor que tú ahora mismo!”
“Padre, escúchame,” dice Marta, sus ojos llenos de lágrimas que se niega a derramar. “Sería un error. Un error garrafal. No soy capaz últimamente de sacar adelante ni mi propia sección. El dolor… la carga personal es demasiado pesada. Trato de mirar al futuro, pero… no puedo. No estoy entera. No soy ni la mitad de lo que era.”
Señala su asiento. “Ni siquiera debí haberme postulado para el cargo. Me dejé convencer. Me he visto entre la espada y la pared y me he portado como una cría por no haber dicho la verdad antes.”
La traición aquí no es hacia la empresa, sino hacia sus propias aspiraciones y las de su padre. Es una derrota personal envuelta en una renuncia pública.
Andrés se levanta, su rostro angustiado. “Marta, espera. Por favor, sé que estás afectada por lo de Fina, pero ella querría que tú… que tú fueras fuerte. No tienes que enterrarte en vida.”
Marta niega con la cabeza, su dolor es profundo y auténtico. “Lo sé, Andrés. Incluso trato de odiarla para ponerme las cosas fáciles, pero yo la amo. Y siento un vacío enorme. Poner a una persona rota al frente de una empresa que está en crisis… es una sentencia.”
Damián se golpea la frente con la mano, la decepción es palpable. El poder les ha sido ofrecido, y Marta lo ha rechazado por una verdad personal que la consume.
“Perdonadme a todos,” finaliza Marta, con un nudo en la garganta. “Me duele haberos decepcionado, especialmente a Padre y a ti, Andrés. Pero la Fábrica Reina necesita un líder que pueda respirar. Y yo, ahora mismo, solo puedo contener la respiración.”
Marta se da la vuelta y abandona la sala, dejando tras de sí un silencio atónito y la incógnita de quién asumirá ahora la dirección. La traición al poder ha sido reemplazada por el poder de la verdad que la ha liberado de una carga insoportable, pero ha dejado a la Fábrica Reina en un peligroso limbo. El destino de la empresa cuelga de un hilo.