Sueños de Libertad Capítulo 421(¿Coma de Andrés y astucia de María:verdad en acusaciones de Begoña?)
La tarde caía lentamente sobre el pueblo, tiñendo el cielo de un tono anaranjado que contrastaba con la tensión palpable en el aire. María caminaba por las calles empedradas, su mente llena de preguntas y su corazón agitado. La noticia del coma de Andrés había corrido como la pólvora, y con ella, un torbellino de rumores y acusaciones había comenzado a circular. Begoña, siempre dispuesta a sembrar discordia, había lanzado sus dardos venenosos, insinuando que las acciones de María habían llevado a Andrés a este estado.

María sabía que debía actuar con rapidez. La situación era crítica, y no podía permitir que las palabras de Begoña mancharan su honor ni el de Andrés. Sin embargo, la verdad parecía escurridiza, como un pez en el agua. ¿Qué había realmente sucedido? ¿Por qué Andrés había caído en coma? Las preguntas la atormentaban mientras se dirigía al hospital.
Al llegar, el bullicio del lugar la envolvió. Enfermeras y doctores se movían con prisa, pero para María, el mundo se había detenido. Se acercó a la habitación de Andrés, su corazón latiendo con fuerza. Al abrir la puerta, la imagen que encontró la dejó helada. Andrés yacía en la cama, pálido y frágil, conectado a una serie de máquinas que pitaban rítmicamente. La angustia la invadió, pero sabía que debía ser fuerte.
Mientras se acercaba, sintió la mirada de Begoña desde el rincón de la sala. La mujer estaba sentada, con una expresión que oscilaba entre la preocupación fingida y la satisfacción maliciosa. María apretó los puños, sintiendo cómo la rabia comenzaba a burbujear en su interior. No podía permitir que Begoña se saliera con la suya.
“¿Qué le has hecho, Begoña?”, preguntó María, su voz temblando de indignación. “¿Por qué estás aquí?”
Begoña sonrió con desdén. “¿Yo? No he hecho nada, querida. Solo estoy aquí para ver cómo se desarrolla esta trágica historia. Es curioso cómo las cosas pueden cambiar tan rápido, ¿no crees?”
María sintió que la ira la invadía. “Si tienes algo que decir, dilo de una vez. No voy a dejar que juegues con la vida de Andrés”.
“Ah, pero eso es precisamente lo que tú has hecho”, respondió Begoña, su voz suave y cortante. “Andrés siempre ha estado tan obsesionado contigo. ¿No te parece que su estado es un reflejo de esa obsesión? Tal vez tú seas la causa de su sufrimiento”.
Las palabras de Begoña eran como dagas, y María sintió cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de ella. Sin embargo, no podía ceder ante la manipulación. “Andrés necesita apoyo, no acusaciones infundadas. Si realmente te importa, deberías estar aquí para ayudarlo, no para hacer insinuaciones”.
Begoña se encogió de hombros, su sonrisa nunca abandonando su rostro. “Yo solo digo lo que todos piensan. La gente habla, María. Y tú sabes que en este pueblo, las habladurías pueden ser más letales que cualquier enfermedad”.
María respiró hondo, tratando de mantener la calma. “No voy a permitir que tus mentiras destruyan lo que Andrés y yo hemos construido. Él necesita saber que estamos aquí para él”.
En ese momento, la puerta se abrió y entró el doctor, interrumpiendo la tensa conversación. “Buenas tardes, señoras. Vengo a informarles sobre el estado de Andrés”. Su tono era profesional, pero María pudo notar una sombra de preocupación en su mirada.
“¿Está bien?”, preguntó ella, su voz apenas un susurro.
“Estamos haciendo todo lo posible”, respondió el doctor. “Sin embargo, su situación es delicada. Necesitamos averiguar qué lo llevó a este estado. Es crucial entender si fue un accidente o si hay algo más detrás de esto”.
María sintió que el mundo se le venía abajo. “¿Qué quieres decir con ‘algo más’?”, inquirió, su voz temblando.
“Hay indicios de que pudo haber ingerido algo que no debía”, explicó el doctor, evitando la mirada de Begoña. “Estamos realizando pruebas, pero necesitamos su cooperación para averiguar qué sucedió”.
El corazón de María se hundió. “¿Crees que alguien le hizo daño?”, preguntó, su mente corriendo a mil por hora.
“Es una posibilidad”, admitió el doctor. “Y es algo que debemos investigar a fondo”.
Begoña, que había permanecido en silencio, ahora sonrió con satisfacción. “¿Ves, María? Tal vez no estés tan lejos de la verdad. Quizás alguien intentó hacerle daño a Andrés, y tú deberías preguntarte quién podría ser”.
María sintió que la rabia la consumía. “No voy a dejar que tus insinuaciones me desvíen. Andrés necesita que luche por él, no que me deje llevar por tus juegos”, dijo con determinación.
El doctor, consciente de la tensión, decidió intervenir. “Lo más importante ahora es encontrar respuestas. María, si tienes alguna información sobre lo que pudo haber sucedido, es crucial que la compartas”.
María asintió, recordando la última vez que había estado con Andrés. Habían estado en la fiesta del pueblo, riendo y disfrutando de la compañía mutua. Pero había algo en la noche que le había parecido extraño. Un hombre desconocido había estado observándolos, y su presencia había causado una inquietud en su interior. “Hubo un hombre en la fiesta”, comenzó a relatar. “No lo conocía, pero sentí que algo no estaba bien”.
“¿Puedes describirlo?”, preguntó el doctor, tomando notas.
María se concentró, tratando de recordar cada detalle. “Era alto, con una chaqueta oscura. Me miraba de una manera extraña, como si supiera algo que nosotros no. No pensé mucho en ello en ese momento, pero ahora me parece importante”.
Begoña, que había estado escuchando con atención, intervino. “¿Y si ese hombre es alguien cercano a ustedes? Tal vez alguien que quiere causarles daño”.
María sintió un escalofrío recorrer su espalda. “No lo sé, pero voy a averiguarlo. No puedo dejar que Andrés se convierta en una víctima más de tus manipulaciones”.
Con una nueva determinación, María se dirigió hacia el doctor. “Voy a hablar con todos los que estaban en la fiesta. Necesito encontrar respuestas, y no descansaré hasta que lo haga”.
El doctor asintió, alentando su decisión. “Eso es lo correcto. Cada información cuenta, y debemos actuar rápidamente”.
Begoña, al ver cómo María tomaba el control de la situación, frunció el ceño, pero su sonrisa maliciosa no se desvaneció. “Buena suerte, María. Te deseo lo mejor en tu búsqueda de la verdad. Pero ten cuidado, porque a veces, la verdad puede ser más oscura de lo que imaginas”.
María la ignoró, enfocándose en su misión. Sabía que el tiempo era esencial y que debía actuar rápido. Con cada paso que daba, su determinación crecía. No permitiría que la sombra de Begoña se interpusiera entre ella y Andrés. La verdad estaba esperando a ser descubierta, y ella estaba dispuesta a desentrañarla, sin importar el costo.