Sueños de Libertad “Begoña Desesperada” Avance Capítulo 424

El jueves 23 de octubre promete emociones intensas, llenas de esperanza, preocupación y secretos que sacuden a todos en Valle Salvaje. La historia arranca en la casa de los Merino, donde Pegoña llega acompañada de Julia para visitar a Digna. La niña, con los ojos brillantes y llenos de ilusión, no puede contener su emoción y, con una sonrisa que refleja alivio y felicidad, le pregunta a su abuela: “Abuela, ¿te has enterado de lo de María?” Digna, intrigada, responde con sorpresa: “No, ¿qué ha pasado con ella?” Julia, sin poder ocultar su alegría, exclama: “¡María va a volver a caminar!” Pegoña asiente con entusiasmo y confirma la buena noticia: los médicos aseguran que María se está recuperando, y todo indica que dejará atrás la lesión. Digna, conmovida, apenas puede contener su emoción y comenta: “Esa es una noticia maravillosa.” Julia sonríe con el corazón aliviado, pensando que sus oraciones han sido escuchadas, y añade: “Ahora solo queda pedir por mi tío Andrés para que también se recupere.” Digna la abraza con ternura y le sugiere que suba con Teo, mientras ella permanece un momento a solas con Begoña.

En ese instante, Begoña, con voz suave pero llena de gratitud, le agradece a Digna por cuidar de Julia: “Gracias por quedarte esta tarde con ella. La has visto alegre, pero estaba muy preocupada por Andrés. Le hace bien cambiar de ambiente y respirar otro aire.” Digna la mira con afecto y le responde que no hay nada que agradecer, recordando que la recuperación de María fue inesperada y, para todos, un verdadero milagro. La conversación entre ambas cambia de tono, y Digna, sonriendo con el alma, confiesa: “Tener a mis dos nietos en casa me llena de vida. Me encanta mimarlos, y por un momento todo parece en calma.” Pegoña le toma la mano con cariño y añade: “Aquí nada funciona igual sin ti, abuela.”

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Begoña intenta ofrecerse a tomar un café, pero Digna lo rechaza amablemente. Begoña explica que debe ir a ver a Andrés: Damián le contó que ella estuvo en el hospital el día anterior. Digna le responde con ojos apagados que le dolió el alma verlo en ese estado. Mientras ambas hablan, Begoña siente un fuerte pinchazo en el vientre, lo que alarma a Digna: “¿Qué te pasa, hija? ¿Quieres que llame a alguien?” Begoña intenta restarle importancia: “No, fue solo un pinchazo. Ya pasó.” Pero al levantarse, Digna nota algo que la deja helada: una mancha de sangre en la falda de Begoña. La alarma invade a ambas y, con voz temblorosa, Pegoña exige: “Por favor, llama a Luz. No expliques nada, solo que venga.”

Luz llega rápidamente, con su habitual temple y calidez. Se inclina sobre Begoña, la observa con atención, la toca con cuidado y le da instrucciones firmes pero llenas de ternura: debe mantenerse tranquila, evitar esfuerzos, reposar y cuidar al bebé. Begoña, frágil y débil, apenas logra balbucear: “Entonces, no hay motivo de alarma…” Luz la tranquiliza, asegurando que el bebé está estable, aunque el reposo es imprescindible. Digna, sentándose junto a ella, le toma la mano con delicadeza y le habla bajito, como madre y protectora a la vez: “Hazle caso, esto no puede volver a ocurrir, ni por ti, ni por nuestro hijo, ni por lo que aún te espera.” Begoña, conmovida, le agradece y le pide discreción: aún no debe saberse que espera un hijo. Digna le asegura que guardará su secreto como un tesoro.

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Mientras esto ocurre en la casa, al otro lado de la ciudad, Gabriel mantiene una conversación telefónica crucial con los accionistas. Su tono es seguro, meticuloso y calculador: Masina tomará el control, y Floral quedará fuera, sin recibir ni un solo beneficio económico si no cumplen con el seguro. La conversación se interrumpe por ruidos en el pasillo, y Digna entra al despacho sin rodeos: “Algo urgente, se trata de Begoña.” Gabriel, tenso, pregunta qué ocurrió. Digna le explica que sufrió una leve pérdida, que Luz la atendió y que, aunque están fuera de peligro, necesita cuidados estrictos. Gabriel, entrecerrando los ojos, pregunta: “¿El bebé? ¿Cómo lo supiste?” Digna le responde que fue la misma Begoña quien se lo reveló y le pidió avisar a Luz.

Gabriel guarda silencio, impenetrable, aunque en su interior la noticia lo sacude. Le agradece a Digna su apoyo y le asegura que Begoña descansa. Digna, con mirada firme, le recuerda que el compromiso de Gabriel debe centrarse en el bienestar de Begoña y del bebé, y no solo en sus propios planes. Gabriel asegura que su amor es profundo y que sus intenciones son sinceras. Tras este intercambio, se dirige a la habitación de Begoña, que duerme profundamente. Entra sin hacer ruido y corre la cortina, despertándola apenas. Conversan sobre cómo se siente y la necesidad de reposo absoluto: Begoña reconoce que tal vez el estrés acumulado por el hospital, las visitas y los enfrentamientos pudo provocar lo ocurrido. Gabriel le recuerda que ahora lo más importante es el bebé y ella, y que cualquier riesgo debe evitarse.

En la conversación también afloran tensiones pasadas: Begoña comenta que María intentó manipular la situación, fingiendo ser incapaz de caminar, y que el enfrentamiento previo pudo desencadenar lo sucedido. Gabriel, con tono firme pero comprensivo, la tranquiliza, asegurándole que no está sola y que debe cuidar de sí misma. Begoña, con los ojos humedecidos, le aprieta la mano y promete seguir sus indicaciones, consciente de que la prioridad ahora es su salud y la del bebé.

Este capítulo 422 promete momentos de profunda emoción, donde la familia, la confianza, los secretos y la protección de los seres queridos se entrelazan en un delicado equilibrio. Entre milagros, preocupaciones y decisiones cruciales, cada personaje enfrenta sus propios miedos, y las lecciones sobre amor, responsabilidad y resiliencia se vuelven más claras que nunca. La historia nos recuerda que, incluso en medio de la adversidad, la unión familiar y el cuidado de quienes amamos son la verdadera fuerza que nos mantiene adelante.