‘Sueños de libertad’: Avance del capítulo 429 del martes, 4 de noviembre: Luz descubre que su idea no cuenta con el respaldo esperado
El despacho de la dirección de la Fábrica Reina es el escenario de una frustración punzante. La atmósfera es de decepción y hostilidad velada, muy lejos del espíritu colaborativo que se espera en la cúpula.
Luz (la joven y brillante ejecutiva, cuyo rostro refleja la energía y la ambición, ahora teñidas de amargura) está de pie frente a la mesa de reuniones, con su proyecto innovador desplegado: una carpeta llena de planos y gráficos que representan su visión audaz para el futuro de la perfumería.
Frente a ella, los ejecutivos de más antigüedad, liderados por el siempre cínico y tradicionalista Tasio (cuya postura es de rechazo inmediato), escuchan con un escepticismo hiriente.
“Como pueden ver, señores,” explica Luz, con una voz que lucha por sonar segura a pesar de la creciente hostilidad, “esta nueva línea de producción no solo reduce los costes en un 15% sino que nos permite incursionar en el mercado europeo. El diseño es vanguardista, el packaging es ecológico y el concepto… es revolucionario.”

Luz hace una pausa, esperando una reacción positiva, pero solo encuentra el silencio denso de la reprobación.
Tasio se aclara la garganta, su tono es condescendiente y despectivo. “Revolucionario, Luz. Una palabra muy moderna. Pero, ¿acaso necesitamos revoluciones? La Fábrica Reina ha prosperado durante décadas con métodos probados y con un público fiel a la tradición.”
Mira a los demás ejecutivos, buscando respaldo. “Esta idea es, francamente, demasiado arriesgada. El público no quiere packaging ‘ecológico’ o diseños ‘vanguardistas’. Quiere confianza. Quiere el aroma de siempre. Y, con todo respeto, Luz, esto parece más un capricho juvenil que un plan de negocios sólido.”
Luz siente un latigazo de rabia. Sabe que no están juzgando el mérito del proyecto, sino su juventud y su condición de mujer en un mundo dominado por hombres conservadores.
“No es un capricho, Tasio,” responde Luz, su voz elevándose con una pasión contenida. “Son datos. El mercado está cambiando. Si no innovamos, nos estancaremos. Nuestros competidores están invirtiendo en esto ahora mismo. ¡Si esperamos, estaremos muertos en cinco años!”
Otro ejecutivo interviene, su voz fría y autoritaria. “Y, ¿de dónde sacaremos el capital para esta ‘revolución’, Luz? ¿Ha considerado el impacto financiero de un cambio tan drástico? La fábrica ya está lidiando con el drama de la explosión y los problemas de la familia De la Reina. Necesitamos estabilidad, no experimentos costosos.”
Luz mira a su alrededor. Los rostros de los hombres son un muro impenetrable de escepticismo y miedo al cambio. Damián (el patriarca, cuya opinión podría inclinar la balanza) está ausente o indeciso, dejando a Luz completamente expuesta.
En ese momento, Luz descubre la amarga verdad: su idea, por brillante que sea, no cuenta con el respaldo esperado. Ella se da cuenta de que el verdadero obstáculo no es la economía, sino el poder enquistado de la vieja guardia.
Ella recoge sus planos lentamente, con una dignidad forzada. Sus ojos se han vuelto duros, su ambición ha tomado un giro oscuro.
“Entendido, señores,” dice Luz, con una voz que es ahora de una fría, peligrosa calma. “Descartaremos el proyecto por ahora. Pero recuerden mis palabras. El futuro no espera. Y si ustedes no están dispuestos a avanzar conmigo, quizás tendré que buscar la forma de que la Fábrica Reina avance sin ustedes.”
Sale del despacho, dejando a los ejecutivos con una sensación incómoda que va más allá del simple alivio. Luz ha sido rechazada, pero su derrota es una promesa de guerra. La lucha por el futuro de la Fábrica Reina se ha convertido en una lucha personal por el poder.