Gabriel va a por todas en el avance del capítulo 416 de jueves 16 de octubre de ‘Sueños de libertad’, la serie diaria de Antena 3

La noche se cernía sobre la ciudad, oscura, opaca, como si el aire mismo estuviera tenso con la anticipación de lo que estaba por ocurrir. Gabriel se encontraba en el corazón de la tormenta, con la adrenalina recorriendo sus venas, sin posibilidad de retroceder. Aquello que había estado planeando durante tanto tiempo estaba a punto de desatarse, y la única certeza que tenía era que este sería el momento decisivo.

El reloj marcaba las 11:00 p.m., pero Gabriel sabía que no quedaba tiempo. La cuenta atrás había comenzado, y su destino, el de su familia, y tal vez el de muchos otros, dependía de los próximos minutos. Se encontraba frente al espejo de su oficina, la luz fría iluminando su rostro decidido. Sus ojos, en los que se reflejaba el peso de los años de lucha, brillaban con una mezcla de furia contenida y determinación absoluta.

Avance semanal de Sueños de libertad: Gabriel, dispuesto a todo para  sabotear Perfumerías de la Reina

El teléfono en su escritorio vibró. Un mensaje: “Está en marcha. Todo según lo planeado.”

Gabriel respiró hondo y cerró los ojos. Todo según lo planeado. La frase resonaba en su mente como un mantra. No podía permitir que nada se interpusiera en su camino. Había llegado tan lejos, se había jugado tanto, que no iba a permitir que nadie ni nada lo detuviera ahora.

Sin perder más tiempo, Gabriel tomó su abrigo y se dirigió hacia la puerta. En la entrada, su mirada se cruzó con la de Raquel, su socia y aliada más fiel. Ella sabía lo que estaba en juego, y aunque su rostro mostraba una calma tensa, Gabriel percibió el temor en sus ojos. Era un temor comprensible. Lo que estaban a punto de hacer no tenía vuelta atrás.

“Gabriel,” dijo Raquel, su voz cargada de advertencia. “¿Estás seguro de esto? Si salimos ahora, ya no hay marcha atrás. Si el plan falla, estaremos perdidos.”

Gabriel la miró fijamente, sin dudar. “No hay otra opción, Raquel. Es ahora o nunca. El tiempo de las dudas ha pasado. Tengo que ir por todo.”

Raquel guardó silencio por un instante, consciente de que nada podría cambiar la decisión que ya estaba tomada. “Lo sé,” dijo finalmente. “Solo… ten cuidado. No dejes que el miedo te nuble.”

Gabriel asintió, sus ojos fijos en los de ella, antes de dar un paso hacia la salida. La noche estaba por tragarse su figura mientras caminaba hacia el coche. Sabía lo que iba a hacer, sabía el riesgo que corría, pero su propósito era claro: no podía detenerse. Había algo mucho más grande en juego, algo que ya no podía eludir.

El coche avanzaba por las calles desiertas, las luces de la ciudad parpadeando en la lejanía. La tensión en el aire era palpable, casi física. Gabriel se mantenía en silencio, concentrado en el camino. En su mente, cada paso que daba lo acercaba más a la confrontación final, aquella que determinaría su futuro y el de aquellos a quienes amaba.

“Queda poco,” murmuró para sí mismo mientras tomaba una curva cerrada. “Este es el final.”

De repente, su teléfono volvió a vibrar. Esta vez, el mensaje venía de un contacto clave. “Todo está listo. El objetivo está en posición.”

Gabriel apretó los puños, sabiendo que la última pieza del rompecabezas estaba por colocarse. El objetivo era claro: no podía fallar. Había preparado cada detalle meticulosamente, y ahora, todo dependía de su capacidad para mantenerse firme. No importaba lo que tuviera que perder. Esta vez, no había marcha atrás.

Cuando llegó al lugar, un edificio gris y desolado en las afueras de la ciudad, su respiración se aceleró. Estaba a punto de enfrentarse a aquellos que durante tanto tiempo habían manipulado las piezas del tablero sin que él pudiera tocarlas. Pero hoy sería diferente. Hoy, Gabriel no sería el que se quedara atrás. Hoy iba a por todas.

El sonido de su paso resonaba en el pasillo oscuro mientras avanzaba hacia la sala de control. Sabía que estaba en territorio enemigo, pero sus nervios estaban bajo control. Cada paso lo acercaba más a su objetivo. Las luces intermitentes de los monitores y las pantallas llenaban la sala con un brillo siniestro.

“Es ahora,” murmuró, mirando la pantalla frente a él. La operación estaba a punto de dar comienzo. La cuenta atrás seguía su curso, y cada segundo que pasaba parecía aumentar la presión.

De repente, una voz áspera se escuchó detrás de él. “Gabriel… Sabíamos que llegarías aquí.”

Se giró lentamente, encontrándose cara a cara con su principal enemigo: Víctor, el hombre que había estado detrás de la conspiración que había destruido tantas vidas, incluida la suya. El rostro de Víctor estaba impasible, pero sus ojos traicionaban una mezcla de desprecio y satisfacción.

“Pensé que podrías ser más inteligente, Gabriel,” dijo Víctor con una sonrisa fría. “Pero parece que te has dejado llevar por tus emociones. Lo único que conseguirás aquí es tu caída.”

Gabriel no vaciló. Dio un paso hacia adelante, su mirada fija en los ojos de Víctor. “Lo que consiga o no consiga no me importa. Hoy se acaba todo. Voy a ponerle fin a esto de una vez por todas.”

El silencio que siguió fue ensordecedor. Ambos sabían que no había vuelta atrás. Los planes estaban hechos, las cartas estaban sobre la mesa, y ahora, todo se resolvería en cuestión de minutos.

“Entonces, vamos a ver si eres capaz de cumplir tus amenazas, Gabriel,” dijo Víctor, levantando una mano para dar la señal.

En ese momento, Gabriel sabía que estaba en el límite. Cualquier movimiento en falso podría ser fatal. Pero su decisión ya estaba tomada. Enfrentaría las consecuencias, sin importar lo que costara. No solo por él, sino por todos aquellos que había dejado atrás, por todos aquellos que dependían de su victoria.

El sonido de una puerta abriéndose a lo lejos cortó el aire, y el caos comenzó. Gabriel se preparó para lo que fuera que viniera, sin perder de vista su objetivo: ir a por todo.