Carmen y Claudia descubren que Marta mintió sobre Fina

En una habitación oscura, donde la luz apenas lograba filtrarse a través de las cortinas, se encontraban Carmen y Claudia, dos amigas que compartían más que un simple lazo de amistad; compartían sueños, secretos y, sobre todo, la incertidumbre que les había dejado la misteriosa desaparición de Fina. La atmósfera estaba cargada de tensión, y cada palabra que pronunciaban parecía resonar en las paredes como un eco de su angustia.

Carmen y Claudia reciben una carta de despedida de Fina

Claudia rompió el silencio, su voz temblorosa: “Carmen, ¿te has dado cuenta de la expresión que tenía ese hombre cuando le dijimos que no teníamos noticias de Fina?” Su mirada se mantenía fija en el suelo, como si las respuestas se encontraran allí, escondidas entre las sombras.

Carmen asintió, su corazón palpitando con fuerza. “Sí, su rostro cambió por completo. Era como si temiera que Santiago le hubiera hecho algo.” La preocupación se reflejaba en sus ojos, un mar de dudas que amenazaba con ahogarlas.

“Pero eso es imposible,” replicó Claudia, intentando convencerse a sí misma. “Fina se fue precisamente para escapar de eso.” Sin embargo, su voz carecía de la convicción necesaria. Había una inquietud en el aire que no podían ignorar.

“¿Y si no le dio tiempo?” La pregunta de Carmen flotó entre ellas, como un susurro oscuro que se negaba a desvanecerse. “¿Qué tal si Santiago estaba más cerca de Fina de lo que pensamos?”

“No, Carmen,” insistió Claudia, sacudiendo la cabeza. “Eso no puede ser. Ni siquiera se despidió de nosotras, ni de doña Marta.” La negación era su refugio, aunque la sombra de la duda comenzaba a asomarse.

“Entonces, ¿por qué no nos escribe?” Carmen se sentía atrapada en un laberinto de incertidumbre. La falta de noticias se convertía en un peso cada vez más insoportable. “Es muy raro, la verdad. Marta, por lo menos, debería haber recibido alguna señal de ella.”

“¿Has podido hablar con Marta?” La pregunta de Claudia era casi un ruego, como si en la respuesta se encontrara la salvación.

Carmen tomó un respiro profundo, el aire se le hizo pesado en los pulmones. “Sí, pero no sabía cómo decírtelo.” Sus palabras estaban impregnadas de un temor que se hacía palpable.

“¿Por qué?” La inquietud de Claudia creció, su corazón latía con fuerza.

“Marta ya sabía que Fina no está en París,” reveló Carmen, su voz apenas un susurro. Las palabras cayeron como un ladrillo sobre el corazón de Claudia.

“¿Cómo?” La incredulidad se reflejaba en su rostro. “¿Por qué no nos lo dijo antes?”

Carmen y Claudia reciben una carta de despedida de Fina: "Me duele en alma separarme de vosotras"

“Me confesó que no tienen idea de dónde está Fina,” continuó Carmen, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de ella. “Dijo que nos lo dijo para tranquilizarnos. Y también me mencionó que, al final, Fina le dejó una carta o una nota de despedida, pero sin decirle a dónde iba.”

El silencio se instaló entre ellas, pesado y denso. La revelación de Carmen dejó a Claudia en un estado de shock. La idea de que Fina había partido sin dejar rastro, sin una explicación, era devastadora.

“¿Qué significa esto, Carmen?” preguntó Claudia, su voz temblando. “¿Por qué no nos dijo nada? ¿Por qué se fue así, de repente?”

Carmen se sintió impotente. “No lo sé. Quizás estaba asustada. Quizás pensó que no podríamos ayudarla.” La angustia se reflejaba en sus ojos. “Pero lo que más me preocupa es que no sabemos si está bien.”

Claudia se puso de pie, comenzando a caminar de un lado a otro, como si el movimiento pudiera despejar sus pensamientos. “Necesitamos encontrarla. No podemos quedarnos aquí sin hacer nada. Fina necesita nuestra ayuda.”

“¿Y cómo lo haremos?” Carmen la miró, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a transformarse en determinación. “No tenemos pistas, no sabemos por dónde empezar.”

“Podemos hablar con más gente. Tal vez alguien la haya visto. Tal vez haya dejado más pistas.” Claudia parecía cobrar vida, su mente trabajando a mil por hora. “No podemos rendirnos. Fina es nuestra amiga, y no podemos dejar que se pierda en la oscuridad.”

La resolución de Claudia encendió una chispa en Carmen. “Tienes razón. No podemos quedarnos aquí, lamentándonos. Debemos actuar. Pero primero, necesitamos esa carta. Si Fina dejó algo, eso podría ser la clave.”

“Entonces, vamos a buscar a Marta,” propuso Claudia, su voz firme. “Ella debe saber más sobre esa carta. Debemos presionarla para que nos diga todo lo que sepa.”

Carmen asintió, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a fluir en sus venas. “Sí, vamos. No podemos perder más tiempo. Fina nos necesita.”

Mientras las dos amigas se preparaban para salir, la sensación de urgencia las envolvía. Cada paso que daban hacia la puerta era un paso más cerca de la verdad, un paso más cerca de encontrar a Fina. La incertidumbre seguía acechando, pero en sus corazones, la esperanza comenzaba a florecer.

El destino de Fina aún era un misterio, pero Carmen y Claudia estaban decididas a desentrañarlo. La oscuridad que las rodeaba no podía apagar la luz de su amistad ni la fuerza de su determinación. Con cada latido de sus corazones, sabían que estaban en el camino correcto, un camino que las llevaría a descubrir no solo el paradero de su amiga, sino también los secretos que habían estado ocultos en las sombras, esperando ser revelados.