Capítulo de hoy de Sueños de libertad; 15 de octubre: Andrés, sin palabras ante el compromiso de Begoña

El reloj en la pared marcaba las 9:00 p.m., pero para Andrés, el tiempo parecía haberse detenido por completo. Sentado en la silla, en medio de la sala fría y vacía, las palabras que había escuchado de Begoña retumbaban en su mente como un eco imposible de escapar. “Lo haré por ti, Andrés. No me importa lo que pase, yo te voy a ayudar.”

Había sido un día largo, agotador, lleno de decisiones y encuentros que lo habían arrastrado al límite de su paciencia y resistencia. Pero lo que había ocurrido en el momento más crucial había cambiado todo. La manera en que Begoña había hablado, con esa determinación tan inquebrantable, había dejado a Andrés completamente sin palabras.

Nunca había imaginado que ella, la mujer que había conocido hacía tan poco tiempo, podría tomar una decisión tan arriesgada, tan profunda. Se había ofrecido a asumir el riesgo de todo, incluso su propia seguridad, por él. Y ahora, sentado allí, con la oscuridad envolviendo la habitación, Andrés sentía cómo su mundo comenzaba a desmoronarse.

Capítulo de hoy de Sueños de libertad; 15 de octubre: Andrés, sin palabras  ante el compromiso de Begoña

Begoña había llegado a su vida como un faro de esperanza en medio de la tormenta. Inteligente, carismática, valiente, pero sobre todo, decidida. Y ahora, ella estaba dispuesta a sacrificarse por él, sin importarle las consecuencias.

El sonido de unos pasos lentos resonó en la puerta. Era Begoña. Se detuvo justo frente a él, su figura apenas iluminada por la luz tenue que filtraba desde el pasillo. Sus ojos, esos ojos que siempre parecían guardar secretos, ahora brillaban con una intensidad que Andrés nunca antes había visto.

“¿Estás bien?”, preguntó Begoña, su voz suave, pero firme. No esperaba una respuesta inmediata; ya conocía la mirada de Andrés, esa mezcla de duda y gratitud que él siempre intentaba esconder.

Andrés no pudo responder. Sus labios permanecieron sellados, como si las palabras se hubieran perdido en algún rincón de su mente. ¿Cómo podía explicarle lo que sentía? ¿Cómo podía decirle que el compromiso que ella estaba dispuesta a asumir lo aterraba?

Begoña dio un paso más cerca y, con un suspiro profundo, se agachó frente a él. “Sé lo que estás pensando”, dijo. “Y no quiero que te sientas culpable. Lo hago porque lo quiero hacer. Porque creo en ti. Porque… porque no quiero perderte.”

El silencio entre ellos se convirtió en un peso denso, cargado de emociones no expresadas. Andrés finalmente levantó la vista hacia ella, sus ojos llenos de preguntas no resueltas.

“Begoña, no puedes hacer esto”, murmuró. “Es demasiado arriesgado. Hay tantas cosas en juego, y tú… no mereces ser parte de este caos. Te he involucrado en algo que no puedo controlar. No quiero que pagues por mis errores.”

Begoña, sin perder la calma, le tomó la mano con suavidad, como si no pudiera soportar verlo tan vulnerable. “No se trata de tus errores, Andrés. Se trata de lo que somos capaces de hacer por las personas que amamos. Y yo… yo te amo. Y aunque todo esto me ponga en peligro, no voy a dar un paso atrás. Estoy aquí para quedarme.”

Las palabras de Begoña atravesaron el corazón de Andrés con la fuerza de una tormenta. Había algo en su voz, una determinación tan pura, que no podía ni quería ignorar. Cada palabra era un juramento no solo de amor, sino de una promesa irrevocable. Y sin embargo, la desesperación lo envolvía.

“Pero si algo te pasa… si te haces daño…” la voz de Andrés se quebró, como si el solo hecho de pronunciar esas palabras lo destruyera por dentro. “¿Qué voy a hacer sin ti? ¿Cómo voy a vivir con eso?”

Begoña le acarició la mejilla, y por un momento, sus ojos se encontraron en una conexión profunda. “No pienses en lo que podría pasar. Piensa en lo que ya estamos haciendo juntos. En lo que hemos logrado. Yo no me voy a ir, Andrés. No mientras tenga algo que decir en tu vida. Lo que sea necesario, lo haré. Te lo prometo.”

Andrés no sabía qué hacer con esa promesa. Algo dentro de él quería gritar, detenerla, arrastrarla fuera de esa situación tan peligrosa. Pero también sabía que Begoña no era alguien que se dejara convencer por la fuerza de sus palabras. Ella había tomado su decisión, y no importaba cuánto lo intentara, nada lo cambiaría.

“¿Estás segura de esto?”, preguntó Andrés, casi sin aliento. “¿Estás segura de que quieres poner tu vida en juego por mí?”

Begoña asintió con firmeza, sin titubear. “No hay duda en mi corazón, Andrés. Si esto es lo que se necesita para que salgamos adelante, lo haré. No te voy a dejar solo.”

Y en ese momento, Andrés entendió lo que realmente estaba pasando. No era solo un sacrificio de ella. Era un acto de fe, un acto de amor profundo y total, que no pedía nada a cambio. Y él, a pesar de su miedo, no podía dejar de sentirse profundamente agradecido, aunque su corazón se partiera ante la idea de que algo podría salir mal.

El reloj seguía marcando las horas, pero para ellos, todo parecía haberse detenido. Y mientras las sombras de la noche se alargaban a su alrededor, Andrés finalmente comprendió que había algo mucho más grande que el miedo o la incertidumbre. Era el compromiso mutuo, el amor que compartían, lo que los mantenía unidos, aún en los momentos más oscuros.

Con un suspiro pesado, Andrés cerró los ojos y tomó la mano de Begoña con firmeza. “Si esto es lo que has decidido, entonces… entonces no puedo hacer nada más que confiar en ti.”

Begoña sonrió, esa sonrisa que siempre le daba esperanza, y lo abrazó con fuerza. “Y eso es todo lo que necesito, Andrés. Confía en mí. Juntos, podemos con todo.”

Y mientras se abrazaban en medio de la oscuridad, ambos sabían que lo que les esperaba no sería fácil. Pero en ese momento, bajo la promesa de amor y compromiso, todo parecía posible.