Begoña, a punto de pillar a María, ¿descubrirá que ha empezado a caminar? – Sueños de Libertad
En el próximo episodio, la calma aparente de la casa se convierte en un escenario lleno de sospechas y tensiones ocultas. Todo comienza cuando Manuela, siempre atenta y servicial, acompaña a doña María hasta su habitación. La escena se desarrolla con la habitual cortesía: la señora agradece la ayuda y asegura que no necesita nada más. Manuela, respetuosa, se despide con un “con su permiso” y se retira a continuar con sus tareas. Todo parece normal, un gesto rutinario dentro de la vida de la familia.
Mientras tanto, otro personaje anuncia que irá a buscar a Julia para llevarla de vuelta al colegio. Es una preocupación constante: la niña siempre está distraída, tardando demasiado en prepararse, entreteniéndose incluso con cosas tan simples como las moscas. La observación, aunque ligera, deja ver que Julia es el tipo de niña que necesita atención constante y que, en medio de tanto caos familiar, no siempre recibe la disciplina adecuada.
Sin embargo, lo que parecía una escena común empieza a adquirir un tono distinto. La música de fondo anticipa que algo está a punto de suceder. Un detalle aparentemente insignificante se convierte en la chispa que enciende las dudas: los zapatos del enfermo aparecen cubiertos de barro. El hecho resulta extraño, casi imposible, porque se supone que él no puede caminar. La pregunta surge con naturalidad, cargada de incredulidad: “¿Cómo te has podido manchar los zapatos sin caminar?”.

La respuesta llega con rapidez, como si ya la tuviera preparada: la enfermera lo había sacado a dar un paseo por el jardín después de sus ejercicios de rehabilitación. Según él, fue un simple momento para tomar aire fresco, y el barro era inevitable debido al estado del terreno. Sin embargo, la justificación no encaja del todo. La silla de ruedas, que debería estar igual de sucia, está impecable. La explicación, aún más enrevesada, se improvisa de inmediato: “la limpiaron antes de subirla al coche”. Una excusa que pretende cerrar el asunto, pero que solo añade más sospechas a la situación.
La tensión se incrementa cuando una presencia inesperada interrumpe la intimidad. Meña, otra de las mujeres de la casa, entra sin avisar. El enfermo, molesto, le reprocha que al menos debería llamar antes de entrar. Pero ella, nerviosa, asegura que tenía un motivo: creyó escuchar pasos en el interior de la habitación. La escena se vuelve densa. Ella insiste en que estaba segura, que escuchó claramente pasos. El enfermo, incómodo, intenta desviar la atención y lo toma como una broma pesada: “¿te estás burlando de mí?”. Meña se defiende con torpeza, pide perdón una y otra vez, y explica que no fue una burla, que de verdad creyó escuchar algo extraño.
Ante la tensión, el enfermo decide zanjar la conversación con una salida sencilla: atribuye los ruidos a los ratones del desván. Con tono serio, propone llamar para que acaben con ellos de una vez, como si todo tuviera una explicación lógica y mundana. La mención de los ratones, sin embargo, resulta casi simbólica. Se convierten en el pretexto perfecto para ocultar una verdad mucho más peligrosa: que quizás el enfermo no está tan incapacitado como aparenta, que sus pasos no son una ilusión, sino la evidencia de un secreto cuidadosamente guardado.
Meña, algo confundida pero todavía obediente, acepta la explicación. Promete avisar a Manuela de inmediato para que se encargue del problema de los roedores. La escena se cierra con ese aparente acuerdo, pero lo que queda en el aire es mucho más pesado: la sospecha, el miedo y el peligro de que una mentira bien construida empiece a resquebrajarse por los detalles más pequeños.
El espectador entiende que no se trata de simples zapatos sucios ni de un ruido en el desván. La verdad es que este hombre está fingiendo una debilidad que ya no tiene. Sus pasos clandestinos, cada vez menos disimulados, amenazan con exponer la farsa que sostiene su poder y su influencia. Cada excusa improvisada lo protege por el momento, pero también lo pone bajo el escrutinio constante de quienes lo rodean. Julia, con su inocencia de niña observadora, ya había notado inconsistencias antes; ahora son los adultos quienes empiezan a sospechar.
La tensión narrativa se construye sobre esos detalles: el barro en los zapatos, la silla limpia, los pasos escuchados. Todo apunta a que el secreto tarde o temprano saldrá a la luz, y cuando eso ocurra, las consecuencias serán devastadoras. Porque no solo se revelará que puede caminar, sino que toda la estrategia para manipular a quienes lo rodean quedará en evidencia. Andrés, que depende de él emocionalmente, se sentiría traicionado; Begoña, que ya duda de su palabra, encontraría confirmación de sus sospechas; y Marisa, atrapada entre el amor y la culpa, tendría que enfrentarse al peso de las mentiras compartidas.
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El episodio se convierte en un juego psicológico donde cada personaje ocupa un rol: la criada que entra en el momento menos oportuno, la enfermera que se convierte en coartada, la niña que observa sin filtros, la madre que calla por miedo y el enfermo que lucha desesperadamente por mantener un poder que se le escapa de las manos. La casa, que debería ser un espacio de refugio, se transforma en una prisión llena de secretos, donde incluso los pasos en la noche se convierten en un recordatorio de que nada es lo que parece.
El spoiler nos deja con varias preguntas abiertas: ¿cuánto tiempo podrá sostener su mentira?, ¿será descubierto por un descuido tan simple como el barro en sus zapatos?, ¿o logrará convencer a todos de que su debilidad es real, mientras en secreto mueve las piezas de un juego mayor? El espectador se queda atrapado en la tensión, sabiendo que cada mirada sospechosa y cada comentario aparentemente inocente puede ser la chispa que haga estallar toda la verdad.
El capítulo promete intensificar el drama familiar y empresarial, porque detrás de los pasos y del barro, se ocultan intereses mucho más grandes: herencias, poder, lealtades y traiciones que definirán el destino de todos los personajes. Lo que comenzó como una simple observación doméstica terminará abriendo grietas profundas en un mundo construido sobre secretos y silencios.