Avance Sueños de Libertad, capítulo 401: Damián acaba con la vida de Pedro
En el capítulo 401 de Sueños de libertad, emitido el jueves 25 de septiembre, los muros de la mansión de los De la Reina se ven sacudidos por un torbellino de revelaciones, traiciones y enfrentamientos que dejan al descubierto el verdadero rostro de cada personaje. La atmósfera se torna densa, cargada de secretos largamente guardados, mientras el destino de Pedro Merino se acerca a su desenlace definitivo y la figura de Damián se alza como el eje alrededor del cual gira toda la tragedia.
En la biblioteca, Gabriel sostiene entre sus manos unas cartas que pertenecieron a su padre. Cada trazo de tinta en el papel amarillento resuena como un martillo que derrumba los cimientos de su vida. Descubre que el supuesto protector de la familia, su tío Damián, es en realidad el artífice de su desgracia. Las cartas no solo revelan un amor prohibido dirigido a una misteriosa mujer inicialada como “D.”, posiblemente Digna, sino también las confesiones sobre la crueldad de Jesús de la Reina y las maniobras calculadas de Damián, descrito como una araña paciente que aguardaba para atrapar a todos en su red. La revelación de que existía un topo dentro de la familia cobra un sentido aún más siniestro: no se trataba solo de un infiltrado ocasional, sino de un cómplice antiguo, alguien que llevaba décadas enredado en esta maraña.
Gabriel empieza a mirar con desconfianza a cada uno de los miembros de la casa: Manuela con su fidelidad excesiva, Begoña con su curiosidad que roza la indiscreción. El peso de estas dudas lo conduce a la habitación de Pedro, cuya enfermedad lo consume lentamente. Allí, la doctora Luz intenta ofrecer alivio, pero Pedro, con la voz rota y la mirada de un hombre derrotado, le suplica que acabe con su vida. Su discurso sobre el dolor —no solo físico, sino el dolor del tiempo que se estira cruelmente— deja en evidencia el tormento que lo corroe. Luz, aunque conmovida, se niega a quebrantar su juramento hipocrático. El pedido de Pedro queda suspendido en el aire como una súplica imposible de olvidar.
Mientras tanto, en la dirección de la perfumería, Tasio se tambalea bajo la presión del cargo que apenas ha comenzado a ejercer. Sus decisiones apresuradas, como la aprobación de maquinaria defectuosa y una promesa descabellada a los americanos sobre una línea exclusiva de productos, lo ponen en el centro de un fuego cruzado con Andrés e Irene. Sus errores se acumulan y lo conducen a explotar incluso contra Gaspar, el contable más leal. La escena revela a un Tasio quebrado, consciente de que todos lo ven como un impostor. Es solo gracias al apoyo incondicional de Carmen que encuentra fuerzas para seguir adelante: ella lo guía con firmeza, recordándole que los errores no definen a un líder, sino su capacidad de levantarse.
Lejos de ese caos, Carmen organiza una velada exclusiva en la tienda para presentar el nuevo perfume “Alma de Toledo”. Su intento de controlar el evento se ve arruinado por Claudia, que revela los detalles a Gema, quien aprovecha la ocasión para expandir el rumor y atraer a las mujeres más influyentes de la ciudad. Lo que parecía un desastre termina convirtiéndose en un éxito arrollador, aunque Carmen debe tragarse su orgullo y reconocer, aunque con rabia, que la astucia de Gema ha sido eficaz.

En la casa de Pedro, Gabriel lo confronta exigiendo nombres y verdades. El enfermo, lejos de darle claridad, lo empuja hacia un pacto oscuro. Pedro le confiesa que no le importa la verdad en sí misma, sino el poder de usarla como un arma contra Damián. Le revela que su sed de venganza proviene de la muerte de su hijo, supuestamente encubierta por el patriarca de los De la Reina. Con una sonrisa cadavérica, Pedro le dice que Gabriel será su instrumento, su heredero en la venganza. En ese instante, Gabriel comprende que Pedro no lo ayuda por bondad, sino por utilizarlo como peón en un último movimiento de su vida moribunda. Y, sin embargo, Gabriel acepta el peso de esa venganza como si fuera la suya propia.
En otro rincón de la historia, Luz comparte con Irene la gravedad del estado de Pedro. Le implora que no lo deje morir en soledad. Irene, endurecida por los años de odio hacia su hermano, se resiste, pero la voz de su hija Cristina la hace dudar. Cristina le recuerda que su madre siempre predicaba el perdón y que nadie merece morir abandonado. Finalmente, Irene, desgarrada entre el rencor y la compasión, accede a visitar a Pedro, un gesto que marca una grieta en su coraza de hielo.
El día termina en una sucesión de derrotas y revelaciones. Marta, incapaz de superar la ausencia de Fina, se hunde de nuevo en el alcohol, hasta el punto de desplomarse en un sillón. Carmen la encuentra en ese estado y, aunque impotente, se convierte en su sostén, abrazándola mientras ella se desmorona. Tasio, por su parte, encuentra en Carmen el apoyo para seguir luchando pese a sentirse sobrepasado.
En paralelo, Andrés y María enfrentan su propio abismo conyugal. María, ambiciosa, insiste en que Andrés debería reclamar el liderazgo de la familia, pero él rechaza ese destino, recordándole que no quiere convertirse en otro tirano. Su discusión explota en reproches hasta que Andrés abandona la habitación. En ese mismo pasillo, presencia una escena perturbadora: Begoña entrando en la habitación de Gabriel en la penumbra de la noche. La sombra de la sospecha y la traición se cierne ahora también sobre ellos.
Dentro de la habitación, Gabriel recibe a Begoña con frialdad. Ella intenta acercarse, mostrar compasión, pero él la rechaza con una dureza inesperada. La tensión entre ambos revela un Gabriel al borde de la oscuridad, alguien que ya no se deja guiar por la ternura sino por el fuego de su rabia. Begoña se marcha con el corazón agitado, comprendiendo que el hombre que creía conocer está desapareciendo.
Finalmente, Damián, inquieto por la visita de Gabriel a Pedro, decide salir de la mansión en plena noche para confrontar al enfermo. La niebla de Toledo lo envuelve en su camino hacia la casa de su enemigo, consciente de que debe arrancar la verdad antes de que sea demasiado tarde. El destino de Pedro pende de un hilo, y con él, la estructura misma del imperio de los De la Reina.
El capítulo culmina en un clima cargado de fatalidad: Pedro, consumido y debilitado, es la pieza clave de una venganza que amenaza con arrastrar a todos. Gabriel, marcado por las cartas de su padre y por la alianza venenosa con Pedro, parece dispuesto a desafiar a su tío Damián. Y este, decidido a cortar de raíz las intrigas, se encamina hacia una confrontación inevitable. El aire de la mansión es irrespirable, como si las paredes mismas aguardaran el estallido de una tragedia largamente anunciada.