AVANCE DE SUEÑOS DE LIBERTAD, MIÉRCOLES 8 DE OCTUBRE ANTENA 3, CAPITULO 413, LA GRAN RECONCILIACIÓN

El capítulo 413 de Sueños de Libertad comienza con un giro inesperado: María regresa a casa tras su estancia en la clínica de rehabilitación. Su llegada sorprende a Gabriel, quien no puede evitar mostrar su desconcierto al verla tan pronto. “¿Has vuelto pronto de la clínica?” le pregunta. Ella, con un tono de cansancio y algo de ironía, responde que sólo aguantó una hora y que, sin ánimo para continuar, se dio el capricho de salir de compras. De inmediato percibe que Gabriel tampoco atraviesa un buen momento, pues su semblante está marcado por la frustración.

Gabriel le confiesa entonces que Isabel lo llamó esa mañana a la fábrica, una acción que considera una completa imprudencia. María, escandalizada, reacciona con indignación: “En serio, ¡qué inconsciente!” Gabriel explica que Isabel usó un nombre falso para intentar averiguar cómo avanzaban las cosas y cuánto faltaba para su viaje a París. María, algo molesta, le resta importancia y lo tilda de un gesto pesado. Gabriel sonríe con un dejo de sarcasmo y le pregunta si está celosa. Ella, irritada, le pide que no brome. La conversación cambia de tono cuando ella menciona a Brosart, preocupada por la falta de noticias. Gabriel admite que el tiempo corre en su contra y que debe actuar pronto.

Con determinación, le confiesa a María que planea dar un golpe definitivo, una temeridad que podría cambiarlo todo. Esa palabra alarma a María, quien percibe peligro en su tono. Sin embargo, Gabriel intenta restarle importancia, fingiendo que hablaba en voz alta sin intención real. Aun así, ella no se convence. Lo observa fijamente y le asegura que sabe que está tramando algo, aunque confía en que se lo dirá cuando lo considere necesario. Intentando desviar el tema, María lanza una pregunta cargada de ironía: “¿Y qué tal con Begoña? ¿Ya le has pedido que se case contigo?”

Gabriel responde con frialdad, insinuando que podría abandonar a Begoña una vez ejecute su plan contra la fábrica. María, dividida entre el desprecio y la curiosidad, admite que una lección de humildad le vendría bien a esa mujer, pero le recuerda que ya se hablaba de boda. Gabriel la interroga: “¿Por qué te importa tanto?”, sugiriendo que quizá teme que Andrés vuelva con Begoña si él rompe el compromiso. María replica con tensión, afirmando que si Gabriel no se casa ni reconoce a la criatura, Andrés acudiría a ayudarla, pues siempre ha tenido esa inclinación de salvarla. Gabriel, con ironía, le recuerda que ella nunca podría competir con eso, pese a todos sus esfuerzos por mantener el puesto de Andrés en la empresa.

Dolida, María le exige que deje de regodearse en su sufrimiento y le advierte que no le tolerará más ese comportamiento. Gabriel la observa unos instantes en silencio antes de hablar con determinación: “Tengo muy claro lo que quiero para mi hijo, y no está en mis planes que Andrés lo críe. Si tengo que casarme con Begoña, lo haré.” Sus palabras cierran el diálogo con una mezcla de frialdad y resolución.

En otra parte de la historia, Irene llega al despacho de Tasio y se encuentra con un ambiente completamente distinto. El lugar ha sido remodelado, desprendiendo calidez y memoria. En la pared cuelgan dos fotografías de los fundadores de la empresa, un gesto simbólico que revela el deseo de reconciliación y respeto por la historia. Tasio, orgulloso, pregunta si le parece bien. Irene sonríe y responde que un gesto así vale más que mil palabras, convencida de que a don Damián le encantará verse nuevamente junto a su antiguo socio, como siempre debió ser.

Ambos reflexionan sobre las viejas disputas que dañaron la estabilidad de la fábrica y coinciden en que ya era hora de cerrar esas heridas. Irene destaca la importancia de mantener la unidad, especialmente tratándose de una empresa familiar. Tasio aprovecha para preguntarle si sabe quién planea vender las acciones de Cristina, y ella confirma que sí. “Debemos mantenernos unidos, doña Irene,” dice Tasio con tono firme, “de lo contrario, no saldremos adelante.” Ella asiente, reconociendo que al menos los conflictos personales en la familia parecen estar mejorando.

Tasio sonríe, convencido de que si ese buen ambiente se refleja también en el trabajo, podrán recuperar la estabilidad. Irene lo felicita por su cambio de actitud, recordándole que al principio llegó con muchas tensiones. Tasio admite sus errores, explicando que fueron los nervios del inicio, pero que gracias al apoyo de todos ha aprendido a mantener los pies en la tierra. Declara que su objetivo es lograr que, durante su dirección, en Perfumerías Reina reine por fin la armonía.

En ese momento entra Damián, interrumpiendo la conversación. Irene se despide con cortesía y deja a padre e hijo a solas. Damián trae en las manos unos documentos: el presupuesto para materias primas del próximo trimestre. Pero cuando su mirada se posa en las fotografías recién colgadas, se queda sin palabras. Sus ojos se humedecen, y con voz conmovida admite que lo ha emocionado. Tasio lo observa en silencio y responde con orgullo: “Ese siempre fue su lugar, padre. Nunca tuvo que dejarlo.”

Damián, visiblemente tocado, agradece el gesto. Tasio, sincero, le da las gracias por haberlo apoyado frente a Gullón, por haberle dado valor y confianza desde que asumió el cargo de director. Reconoce que se equivocó al oponerse a que Gabriel encabezara la comisión, y Damián le responde con afecto, diciendo que solo siguió los dictados de su corazón y que lamenta no haber actuado así antes. Ambos se muestran profundamente conmovidos por la sinceridad del otro. Tasio confiesa que también se arrepiente, que no fue justo muchas veces y que el dolor lo llevó a enfrentarse con su propio padre.

Damián intenta detenerlo, pero Tasio insiste en hablar. Con voz entrecortada, reconoce que nunca debió ponerse en contra de su familia y que su madre siempre le pidió mantener una buena relación con él. Su muerte repentina, sin poder despedirse, lo destrozó, y en su dolor cometió muchos errores, entre ellos impedir que Damián asistiera al funeral. Damián, conmovido hasta las lágrimas, le responde que le hubiera gustado ir para honrar su memoria y apoyarlo. Tasio, ya sin contener las emociones, le confiesa que ahora sí siente su aprecio. Damián le sonríe y le dice que también siente el suyo, asegurándole que está orgulloso de su hijo.

Esas palabras golpean el corazón de Tasio, quien le confiesa que todo lo que ha hecho en la vida fue esperando oírlas algún día. Damián, con ternura, le dice que es hora de marcharse y que mañana revisarán los presupuestos. Ambos se despiden con una sonrisa, sellando su reconciliación con un apretón de manos cargado de emoción. Por primera vez en muchos años, padre e hijo se reconocen no solo como familia, sino también como hombres que, tras las heridas del pasado, encuentran en el perdón la verdadera libertad.