AVANCE DE SUEÑOS DE LIBERTAD, MARTES 4 DE NOVIEMBRE ANTENA 3, CAPITULO 432, ¿ANDRÉS PODRÁ RECORDAR?
El aire en la sala de estar principal de la mansión De la Reina está tan cargado que parece que va a estallar, mucho antes de que se sepa la verdad del almacén. Es la noche después de la crisis, y la familia se encuentra al borde de un precipicio emocional.
Andrés (el hombre que ha regresado del abismo, pero cuya memoria es una niebla densa y frustrante) se pasea por el salón, un león enjaulado. Sus ojos están inundados de una desesperación silenciosa. Sabe que la clave para su vida y la de la Fábrica Reina está enterrada bajo el cemento de su cráneo.
Begoña (su esposa, cuyo amor es un ancla frágil en medio de la tormenta) lo observa con una agonía visible. Quiere protegerlo, pero sabe que solo la verdad completa puede liberarlo.
“Andrés, por favor, detente,” suplica Begoña, con la voz apenas un hilo. “Te vas a hacer daño. Los médicos dijeron que la presión podría ser peor.”

Andrés se detiene de golpe, golpeando el puño contra una columna de mármol. El sonido es sordo y violento. “¡No puedo parar, Begoña! ¡No puedo! Hay algo… algo oscuro y cruel ahí dentro,” se lleva la mano a la sien, “y si no lo saco, me va a consumir.”
Damián (el patriarca, con el peso del mundo en sus hombros) interviene, su tono es de una autoridad implorante. “Hijo, tienes que tener paciencia. El recuerdo llegará. Y cuando lo haga, lo enfrentaremos juntos. No te precipites.”
“¿Paciencia?” ruge Andrés, volviéndose hacia su padre con una rabia repentina. “¿Usted no lo entiende? ¡Sé que lo que olvidé es la clave de la explosión! Sé que alguien de nuestro círculo lo causó. Lo siento aquí,” se golpea el pecho, “como una traición fría.”
El ambiente se congela. Damián desvía la mirada, su rostro se convierte en una máscara impenetrable.
De repente, una pequeña, insignificante pista se cruza en la visión de Andrés. Un mechero de plata olvidado sobre la mesa, con unas iniciales grabadas. El mechero de Gabriel.
Andrés lo coge, su respiración se acelera. El mechero no tiene nada que ver con la explosión, pero el simple acto de tocarlo desata un torrente sensorial.
Sus ojos se entornan de dolor. Un recuerdo fragmentado lo golpea: Un sonido, un olor a gasolina, una voz… una voz que no es la de Gabriel, pero una voz que le advierte… “No te acerques, Andrés. ¡Todo está a punto de volar!”
Andrés se tambalea, la cabeza le da vueltas. “El olor… el olor a combustible… no era Gabriel… pero… ¡Él lo sabía!” Grita, con los ojos fijos en el mechero como si fuera un arma del crimen.
Begoña lo sostiene. “¿Quién lo sabía, Andrés? ¡Dinos!”
Pero el recuerdo se retira, dejando a Andrés exhausto y más frustrado que nunca. Se desploma en el sillón, el mechero cae con un ruido metálico al suelo.
¿Podrá Andrés recordar? La respuesta es un aterrador sí. Los recuerdos no regresarán de golpe, sino como flechas envenenadas que lo golpean en los momentos más inesperados. El mechero de Gabriel es solo el primer fragmento de un rompecabezas mortal. El verdadero recuerdo de la explosión y de quién estaba allí con él está a punto de irrumpir, y cuando lo haga, la verdad destrozará la frágil paz de la mansión De la Reina.
El martes 4 de noviembre, la presión del recuerdo es tan insoportable que Andrés se acerca peligrosamente a la verdad, poniendo su vida y el secreto de la Fábrica Reina en riesgo inminente.