Luz y Luis hablan sobre su crisis de matrimonio pero él le oculta la verdad

La habitación estaba sumida en una penumbra suave, iluminada solo por la luz tenue de una lámpara en la esquina. Luz se sentó en el borde del sofá, sus ojos reflejando una mezcla de frustración y tristeza. Luis, de pie junto a la ventana, miraba hacia afuera como si buscara respuestas en la noche estrellada. El silencio entre ellos era denso, cargado de palabras no dichas y emociones reprimidas.

“¿Te das cuenta de lo que nos está pasando?” La voz de Luz rompió el silencio, resonando en el aire como un eco de preocupación.

“¿El qué?” Luis se volvió lentamente, su expresión impasible, pero en el fondo sabía a qué se refería. La distancia que había crecido entre ellos era innegable.

Luz y Luis hablan sobre la crisis que está pasando su matrimonio... ¡Pero  él le oculta la verdad!

“Que no nos vemos, Luis,” continuó Luz, dejando caer su mirada al suelo. “Y cuando lo hacemos, solo hablamos de trabajo, de tu trabajo, de mi trabajo, de la fábrica.” Su voz temblaba con la carga emocional que llevaba dentro.

Luis sintió un nudo en el estómago. Sabía que ella tenía razón, pero no podía permitir que esa conversación lo llevara a confesar lo que realmente estaba sucediendo en su vida. “Es solo una fase,” dijo, intentando restarle importancia a la situación.

“Recuerdo cuando nos conocimos,” Luz dijo con nostalgia, sus ojos brillando con recuerdos. “Esas conversaciones hasta el amanecer, intentando arreglar el mundo, soñando despiertos, imaginando lo que estaba por venir. No era esto.” La tristeza en su voz era palpable.

“No, no era esto,” respondió Luis, sintiendo cómo un peso se asentaba sobre su pecho. “Tú querías un tren en Francia, recorrer el país pueblecito por pueblecito.”

“Sí,” Luz sonrió levemente, recordando. “Quería enseñarte el monte San Michel. Y es otra ciudad… ¿Cómo se llamaba la de los piratas?”

“Shamalo,” respondió Luis, su voz temblando ligeramente al recordar aquellos momentos felices.

“Y en cambio hemos ido solo a Barcelona,” continuó Luz, su tono se tornó melancólico. “¿Me acompañaste al simposio, ya? Y allí nos casamos a toda prisa.”

Luis asintió, sintiendo cómo la culpa lo invadía. “Bueno, yo creo que hicimos una boda muy bonita,” dijo, tratando de aferrarse a esos recuerdos, aunque sabía que no era suficiente.

“La única que podemos hacer es no engañarnos,” replicó Luz, su voz firme pero llena de tristeza. “¿Qué nos ha sucedido?”

Luis se giró hacia ella, su corazón latiendo con fuerza. “La vida nos pasa por encima,” dijo, intentando desviar la conversación. “Porque nosotros la hemos dejado.”

“Tenemos obligaciones también con nosotros,” respondió Luz, su mirada fija en él. “Sí, pero pesan menos.”

“Y eso no es triste,” replicó Luis, sintiendo que la conversación se tornaba demasiado profunda. “Lo es,” dijo Luz, su voz temblando. “Pero digo yo que ahora que lo estamos charlando, pues nos estamos dando cuenta. Tal vez podamos hacer algo para tratar de cambiarlo, ¿no crees?”

Luis sintió un destello de esperanza, pero también una punzada de miedo. ¿Qué pasaría si Luz descubría la verdad sobre su vida? “Cuando éramos críos,” comenzó a decir, intentando llevar la conversación hacia un terreno más seguro.

“Luis, esto no es solo sobre el pasado,” interrumpió Luz, su mirada intensa. “Es sobre nosotros, sobre lo que hemos dejado de ser. ¿Por qué no podemos hablar de lo que realmente sentimos?”

Avance del próximo capítulo de Sueños de libertad: Luis y Luz se darán el  sí, quiero en una improvisada boda

Luis sintió que el aire se volvía pesado. Quería abrirse, contarle sobre sus miedos, sobre las decisiones que había tomado en secreto, pero la verdad era un peso que no estaba listo para compartir. “Porque… porque no hay nada que decir,” dijo finalmente, su voz temblando.

“¿Nada que decir?” Luz lo miró con incredulidad. “Luis, estamos al borde de un abismo. No podemos seguir así.”

“Lo sé,” respondió él, sintiendo cómo la angustia lo envolvía. “Pero hay cosas que no puedo decirte. Cosas que… que no quiero que sepas.”

“¿Por qué? ¿Qué es tan terrible que no puedas compartirlo conmigo?” La desesperación en la voz de Luz era evidente. “¿Acaso piensas que no puedo manejarlo?”

Luis cerró los ojos por un instante, sintiendo la presión de su propia mentira. “No es eso,” dijo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. “Es que no quiero que te preocupes. Quiero protegerte.”

“¿Protegerme de qué?” Luz se levantó del sofá, caminando hacia él con determinación. “¿De lo que está pasando entre nosotros? ¿De lo que sientes? Luis, no puedo soportar esta distancia. Necesito que seas honesto conmigo.”

Luis sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. “No puedo, Luz,” murmuró. “No puedo hablar de eso.”

“¿Por qué no?” La insistencia de Luz era inquebrantable. “Si no me dices lo que sientes, nunca podremos salir de este ciclo. Te necesito a ti, no a un extraño.”

Luis sintió cómo su corazón se rompía. “No soy un extraño,” dijo, su voz llena de emoción. “Soy el mismo de siempre. Solo que… las cosas han cambiado.”

“¿Y qué hay de nosotros? ¿Qué hay de nuestros sueños?” Luz preguntó, su voz casi suplicante. “¿Los hemos abandonado por completo?”

Luis sintió que el peso de la culpa lo aplastaba. “No hemos abandonado nada,” dijo, aunque sabía que era una mentira. “Solo estamos en un momento difícil.”

“¿Un momento difícil?” Luz se rió sin alegría. “Luis, esto no es un momento difícil. Esto es una crisis. Y si no hacemos algo pronto, podríamos perderlo todo.”

Luis sintió que sus defensas se desmoronaban. “¿Y qué quieres que haga?” preguntó, su voz temblando. “¿Que te cuente mis miedos? ¿Que te diga que he estado pensando en dejarlo todo?”

“Sí,” respondió Luz, su mirada intensa. “Quiero que seas sincero. Quiero saber qué está pasando en tu corazón.”

Luis se quedó en silencio, sintiendo cómo la verdad lo atormentaba. “No puedo,” finalmente dijo, su voz apenas un susurro. “No puedo porque no estoy listo para enfrentar lo que eso significa.”

Luz dio un paso atrás, la decepción reflejada en su rostro. “Entonces, ¿qué hacemos? ¿Seguimos así, viviendo en esta mentira?”

Luis sintió que el tiempo se detenía. Sabía que las palabras que no decía podían ser más devastadoras que cualquier verdad que pudiera revelar. “No sé,” murmuró, sintiendo que la esperanza se desvanecía.

“Luis, por favor,” dijo Luz, su voz quebrándose. “No quiero perderte. Pero no puedo seguir así. Necesito que seas parte de mi vida, no solo un espectador.”

Luis la miró, sintiendo cómo su corazón se desgarraba. “Yo también te necesito, Luz,” confesó, sintiendo que cada palabra era un paso hacia la verdad. Pero el miedo seguía acechando, y sabía que tenía que encontrar la manera de enfrentar su realidad antes de que fuera demasiado tarde.

“Entonces, empecemos por ser honestos,” dijo Luz, su voz firme. “Hablemos de lo que realmente nos está pasando. No más evasivas.”

Luis asintió, sintiendo que estaba al borde de una revelación. Pero en su interior, la lucha continuaba. ¿Podría realmente abrirse a Luz? ¿O seguiría escondiendo la verdad, arriesgando así su matrimonio? La noche seguía avanzando, y con ella, la incertidumbre de su futuro.