GABRIEL ATRAPADO EN UNA VIDA QUE NO QUIERE, ¿HASTA DÓNDE LLEGARÁ? EN SUEÑOS DE LIBERTAD
El dormitorio principal de la casona De la Reina era grande y lujoso, pero para Gabriel, se había convertido en la celda más sofocante de todas. La cama de matrimonio, compartida con Begoña, se sentía como un precipicio. Se levantó en la oscuridad, la una de la madrugada marcando el tic-tac de un reloj que parecía devorar su vida.
Se dirigió a la ventana, abriendo las contraventanas de golpe. La luna llena iluminó su rostro, revelando la amargura y el agotamiento. Había salvado la fábrica, había neutralizado a Brosar, había conseguido la admiración de Damián y la devoción de Begoña. Había firmado los papeles de adopción de Julia. Tenía todo lo que, supuestamente, un hombre podía desear.

GABRIEL
(Susurrando al cristal, con una voz llena de autodestrucción)
Una vida perfecta. Una farsa perfecta.
Se sirvió un vaso de brandy con manos temblorosas. El alcohol era su único confidente en esa prisión dorada. La verdad lo carcomía: él no era Gabriel De la Reina, el salvador. Era un impostor, un manipulador que se había enredado tanto en su propia mentira que ya no podía distinguir la salida.
La vida que había construido, la de marido devoto de Begoña, padre cariñoso de Julia, y ahora, el heredero y la mente maestra de la fábrica… era todo lo que su alma oscura rechazaba. Él anhelaba la adrenalina del peligro, la libertad de no rendir cuentas a nadie, la emoción de la venganza. Estaba atrapado en la virtud.
GABRIEL
(Apoyando la frente en el cristal helado)
¿Hasta dónde llegué por un nombre y un apellido? ¿Y para qué? Para ser el carcelero de mi propia alma.
Escuchó el suave suspiro de Begoña en la cama. Se giró para mirarla. Dormía pacíficamente, su rostro sereno. Ella era buena, demasiado buena. Y él la había engañado para conseguir poder. Y ahora, su amor puro y la inocencia de Julia, eran cadenas que no podía romper.
El recuerdo de su pasado, su verdadera vida antes de tomar la identidad de Gabriel, lo asaltó. Una vida de ambición sin límites, sin ataduras. Una vida que ahora le parecía un sueño lejano.
GABRIEL
(Bebe un trago largo de brandy. Su voz se vuelve dura, implacable)
No puedo seguir así. No por mucho tiempo. Esta bondad me está matando. Este matrimonio me está asfixiando.
De repente, una idea oscura y peligrosa cruzó su mente, un camino para recuperar un atisbo de esa libertad perdida. Una forma de inyectar peligro y emoción a su vida sin destruir el imperio que tanto le había costado construir.
Se dirigió a su escritorio y abrió un cajón secreto. Sacó una libreta de contactos y un segundo teléfono móvil, uno que Begoña no conocía. Marcó un número, su corazón latiendo con una mezcla de pavor y euforia.
GABRIEL
(Al teléfono, su voz volviendo al tono frío y autoritario de su pasado. El impostor había vuelto a emerger)
Necesito que me contactes con esa gente de Marruecos. Los que mueven el contrabando de esencias. No, no para la fábrica. Esto es personal. Necesito… una distracción. Algo grande. Que me dé una razón para volver a sentir que estoy vivo.
Al colgar, se sintió diferente. El nudo en su pecho se aflojó. Había abierto una puerta al peligro, había encontrado una válvula de escape. Se mantendría como el salvador, el marido perfecto, el padre ideal… pero en secreto, en las sombras de la noche, volvería a ser el hombre que realmente era: un jugador, un manipulador, un hombre al margen de la ley.
Miró a Begoña. Estaba atrapado, sí. Pero la pregunta no era hasta dónde llegaría para escapar. Sino, ¿hasta dónde estaba dispuesto a llegar para mantener su farsa y su peligrosa doble vida en las sombras?
Gabriel sonrió, pero era una sonrisa sin alegría, la sonrisa de un hombre que había elegido el camino de la perdición como única forma de supervivencia.
Próximo avance: ¿Te gustaría que escribiera el siguiente capítulo (Capítulo 434) sobre la decisión de Gabriel de adoptar a Julia, pero la duda lo atormenta? (Es un capítulo que aún no hemos desarrollado por completo).