Sueños de Librtad Capítulo 5 de Novimbre (El plan de Gabriel:¿Un golpe maestro o una gran traición?)
La luz del amanecer se filtraba apenas por la ventana del pequeño estudio de la casona, donde Gabriel trabajaba a deshoras. Sobre su escritorio no había informes de perfumería, sino mapas financieros, documentos bancarios y recortes de prensa sobre la ascendente y agresiva corporación Brosar. El aire estaba cargado de café frío y una tensión palpable. Llevaba horas, quizás noches, sin dormir.
GABRIEL
(Para sí mismo, golpeando un puño cerrado sobre un balance de Brosar)
Tienen una debilidad. La tienen. El control no es total, no aún.

Su plan se había gestado en las sombras, una idea tan arriesgada que lindaba con la locura. Desde que había asumido su camino de “redención” y había aceptado adoptar a Julia, se había prometido proteger a Begoña y a la niña. Pero la única manera de garantizar esa seguridad era eliminar la amenaza De la Reina, la misma familia que, irónicamente, ahora intentaba salvar.
El problema no era Brosar. El problema era el colapso financiero inminente de Perfumerías De la Reina, una fábrica sostenida por el orgullo ciego de Damián y corroída por los secretos y la mala gestión. Gabriel lo sabía: la bancarrota era inevitable.
GABRIEL
(Tomando el teléfono, con una frialdad calculada)
No se puede salvar algo podrido. Hay que quemarlo y construir sobre las cenizas.
Marcó un número. Era un contacto en Madrid, un hombre que se movía en las altas esferas de la especulación financiera, alguien a quien él mismo había chantajeado en el pasado. El precio de su ayuda era su silencio sobre los turbios negocios de Gabriel.
GABRIEL
(Al teléfono, con voz baja y urgente)
Necesito que muevas mis acciones. Todas. Y las de Begoña. Ahora. El plan sigue en marcha. Necesito tener liquidez para cuando caiga.
Colgó antes de que el hombre pudiera replicar. Sus ojos se clavaron en un único documento: el acta de la inminente Junta Extraordinaria de Accionistas. El punto clave: la inyección de capital por parte de un “inversor externo” para contrarrestar a Brosar. Un inversor que solo Gabriel conocía.
La duda que lo atormentaba en su adopción con Julia no era nada comparada con esta decisión. El plan de Gabriel era simple y brutal: dejar que Brosar iniciara la adquisición, forzar la caída de las acciones de De la Reina a su punto más bajo, y luego, usando los fondos que había desviado y las acciones que había vendido y recomprado a través de testaferros, ejecutar su propio golpe. Comprar la mayoría de las acciones a precio de saldo y hacerse con el control total de la fábrica, borrando a Damián y a la vieja guardia.
Pero el precio era alto: para que el golpe fuera efectivo, la fábrica tenía que colapsar por un momento. La familia, Damián, Marta, Andrés… creerían que él era el traidor que los había abandonado a manos de Brosar.
Si salía mal, perdería todo: a Begoña, la fábrica, y su oportunidad de redención. Si salía bien, sería el amo de la fábrica, el que había salvado el legado, pero a costa de la confianza de su familia.
GABRIEL
(Se levanta, caminando hacia la ventana. La neblina cubría la fábrica como un sudario)
Es la única forma de que Begoña y Julia estén seguras. Lejos de la locura de Damián y la sombra de Jesús. Un nuevo comienzo, con yo al mando.
El sonido de unos pasos se acercó a la puerta. Era Andrés, que venía de pasar la noche en la fábrica revisando los libros contables, con el rostro exhausto.
ANDRÉS
(Cansado, viendo la montaña de papeles en el escritorio de Gabriel)
¿Qué haces aquí tan temprano, Gabriel? Llevas toda la noche. He estado revisando las cuentas del último trimestre. Es peor de lo que Damián piensa. Nos vamos al garete.
GABRIEL
(Con una calma escalofriante)
Lo sé, Andrés. Y tú también deberías saberlo. Damián está ciego por el orgullo. No ve que Brosar nos está devorando.
ANDRÉS
(Se sienta, agotado)
Pero tiene que haber una solución. Un inversor, un préstamo…
GABRIEL
(Se acerca y pone una mano en el hombro de Andrés, su mirada llena de una intensidad que Andrés no percibe como amenaza)
La hay. Y soy yo quien va a ponerla en marcha. Tienes que confiar en mí. Cuando la Junta decida, no intervengas. Deja que Brosar se acerque. Es parte de la maniobra.
ANDRÉS
(Desconcertado)
¿Dejar que Brosar entre? ¿Estás loco? ¡Nos destrozará!
GABRIEL
(Su voz se endurece, casi amenazante)
No me cuestiones, Andrés. Confía. Solo te digo una cosa: el que se mueva antes de tiempo, el que intente salvar a papá de la manera antigua, será el que hunda a la familia. ¿Lo entiendes?
Gabriel retiró la mano, dejando a Andrés atónito. La ambigüedad en su tono era total. ¿Estaba planeando una jugada arriesgada para salvar a la familia en el último segundo, o estaba preparando una traición maestra para deshacerse de Damián y tomar el control para sí mismo?
La verdad estaba sellada en el corazón de Gabriel. El golpe estaba a punto de ejecutarse, y el precio a pagar, en confianza familiar, sería devastador.