Sueños de Libertad Capítulo 534 (El Colapso de Damián: Brosar Borra el Legado De la Reina)
La noche caía sobre la fábrica de perfumería De la Reina, pero la oscuridad externa no era nada comparada con el abismo que se había abierto en el interior. El despacho de Damián De la Reina, un santuario de poder y tradición, se había convertido en el escenario de una demolición silenciosa. Documentos esparcidos, carpetas abiertas y el teléfono descolgado eran testigos de la calamidad.
DAMIÁN
(Su voz era un rugido gutural, pero roto. Se agarraba el pecho, su rostro, habitualmente curtido por la autoridad, ahora era una máscara de dolor y sudor frío)

¡No! ¡No puede ser!
Se tambaleó hacia su silla, cayendo en ella más que sentándose. Sus ojos estaban fijos en el informe que tenía en las manos, el papel que confirmaba la pesadilla. Brosar lo había hecho. El golpe maestro, la puñalada trapera, el asalto final a su imperio. El legado De la Reina, forjado con la sangre y el sudor de tres generaciones, ahora era poco más que cenizas financieras.
DAMIÁN
(Golpeando el escritorio con el puño cerrado. El golpe era débil, el eco de su fuerza menguante)
¡Ese maldito Brosar! ¡Lo juré! ¡Juré que jamás nos arrebataría lo que es nuestro!
Su respiración era superficial y agitada. Sentía un dolor agudo, punzante, extendiéndose por su brazo izquierdo. La ansiedad, la rabia, la humillación, todo se combinaba en una tormenta perfecta que amenazaba con destrozar su corazón.
Entró Gema, la secretaria de Damián, alarmada por el ruido y el silencio posterior. Lo encontró con la cabeza echada hacia atrás, el color abandonando su rostro.
GEMA
(Asustada, acercándose rápidamente)
¡Señor De la Reina! ¿Qué ocurre? Está muy pálido. ¿Debería llamar a…
DAMIÁN
(Levantando una mano temblorosa para detenerla, su voz apenas un hilo)
No… No llames a nadie. Que no se enteren. No todavía.
Intentó ponerse de pie, fallando el primer intento. El papel se resbaló de su agarre y aterrizó boca arriba en el suelo. Gema lo recogió. El titular: “Adquisición Hostil: Perfumerías Brosar Asume el Control Total de De la Reina S.A.”
GEMA
(Llevándose una mano a la boca, sus ojos llenos de horror)
Dios mío… El control total…
DAMIÁN
(Cerrando los ojos, la derrota grabada en cada línea de su rostro)
Sí, Gema. Lo ha conseguido. Brosar ha borrado el nombre De la Reina del mapa empresarial. Somos… historia.
La ironía era cruel. Había pasado su vida entera manipulando, sacrificando y controlando para mantener el imperio intacto. Y ahora, un rival al que había subestimado, un hombre al que consideraba inferior, se lo había arrebatado todo.
DAMIÁN
(Con una amargura que quemaba)
Todo por lo que luché… Por lo que Jesús, mi hijo, murió… ¿Para qué? ¿Para que un advenedizo se siente en mi sillón y cambie el nombre de la fábrica a Brosar?
La idea de que el aroma De la Reina se vendería bajo la marca Brosar era peor que la muerte. Era la aniquilación de su identidad.
GEMA
Señor, tiene que calmarse. Su salud…
DAMIÁN
(Abriendo los ojos, inyectados en sangre. Había una chispa de rabia desesperada)
¡Mi salud es la fábrica, Gema! ¿Cree que puedo calmarme cuando ese demonio está desmantelando mi vida, pieza por pieza? ¿Mis hijos? ¿Qué les diré a mis hijos? ¿Que su padre les dejó una herencia de cenizas?
Pensó en sus hijos: Andrés, el heredero inútil; Marta, la hija brillante pero equivocada; Gabriel, el adoptivo, el que había intentado salvarlo. La humillación ante ellos era insoportable.
DAMIÁN
(Jadeando, agarrándose el pecho con ambas manos)
Gabriel me lo advirtió. Lo advirtió. Y yo… yo lo ignoré. Mi orgullo. Mi maldito orgullo.
El dolor en su pecho se intensificó, un puñal girando en su carne. Dejó escapar un gemido ahogado. Se deslizó por la silla, golpeando el suelo con un ruido sordo. El informe de Brosar aterrizó cerca de su cabeza.
GEMA
(Gritando, cayendo de rodillas junto a él)
¡Señor De la Reina! ¡No! ¡Ayuda!
Damián intentó hablar, de nuevo. Intentó advertir a Gema, quizás de Brosar, quizás de la verdad que había enterrado durante años, la verdad que ahora parecía ser el precio de su fracaso.
DAMIÁN
(Con un esfuerzo supremo, sus labios temblando)
Gema… el… el diario…
Su cuerpo se estremeció. Sus ojos se fijaron en el techo, vacíos. La respiración se detuvo. El Colapso.
Gema gritó, un grito de terror y desesperación que resonó por los pasillos vacíos de la fábrica. Afuera, las letras doradas del rótulo “Perfumerías De la Reina” parecían más oscuras que nunca, como si el propio nombre estuviera de luto por la caída de su patriarca y la desaparición inminente de su legado a manos de Brosar.
La escena final era Damián, tendido en el suelo de su propio despacho, rodeado por los escombros de su imperio. El aroma de los perfumes finos se mezclaba con el hedor de la derrota.
El control de Brosar era total. El silencio era ensordecedor. El legado había terminado.
La fábrica, ya no De la Reina, esperaba el amanecer, no para un nuevo día de producción, sino para la llegada de la cuadrilla de Brosar, lista para cambiar las cerraduras y borrar el nombre. El verdadero fin había llegado.