UNA NUEVA VIDA CAP 66 ¡Akin se arrepiente y deja vivir a Seyram y a Ferit!

Akin se arrepintió. Un arrepentimiento tardío, brutal, que le golpeó en la boca del estómago en el momento en que estaba a punto de desatar su furia final.

El viejo hangar abandonado, con su eco cavernoso y su olor a óxido y desesperación, era el escenario. Seyrán y Ferit estaban atados a sendas sillas, uno frente al otro, sus rostros marcados por el terror y la agonía de las últimas horas. Akin, con la mirada de un fanático desquiciado, sostenía un revólver, la luz que se filtraba por un roto en el techo brillaba en el cañón.

“¡Se acabó!”, gritó Akin, su voz resonando con una locura fría. “¡Pagarán por Ókeş! ¡Por el dolor de mi madre, por el infierno que crearon los Korhan!”

Ferit, a pesar de estar herido y exhausto, alzó la barbilla, buscando los ojos de su esposa. “Haz lo que tengas que hacer, Ákin. Pero déjala a ella fuera de esto. Ella no tiene la culpa de nada.”

“¡Mentira!”, bramó Ákin, apuntando a Seyrán. “¡Ella es el símbolo de la traición! ¡La que nos quitó todo!”

UNA NUEVA VIDA CAP 66 ¡Akin se arrepiente y deja vivir a Seyram y a Ferit!  😨🇪🇦

Seyrán cerró los ojos, el miedo se transformó en una calma helada. “No somos los que tú crees, Ákin. No somos el enemigo. Tú estás usando un dolor pasado para justificar una masacre presente.”

Ákin apretó el gatillo. El clic del arma fue ensordecedor en el silencio. Pero no hubo disparo. El arma se encasquilló.

Ese minúsculo fallo mecánico, esa fracción de segundo de silencio, fue la rendija por donde se coló la cordura.

Ákin miró el revólver. Luego miró a Seyrán, cuyos ojos lo observaban con una mezcla de lástima y desafío. Finalmente, miró a Ferit, cuya expresión de amor incondicional hacia su esposa era innegable, incluso ante la muerte.

De repente, una visión se apoderó de Ákin: vio el rostro de su madre, Mecide, pero no el de la mujer cruel y vengativa de hoy, sino el de la madre herida, la que le había contado la historia de su trágica vida. Y, por primera vez, vio que su venganza no iba a sanar ese dolor, sino que iba a crear otro infierno, un dolor idéntico al que él mismo había sufrido.

Soltó el revólver, que cayó al suelo con un ruido seco. Se llevó las manos a la cabeza. “No… no puedo…” gimió, la furia se desvanecía, dejando al descubierto una vulnerabilidad que nadie había visto. “No puedo ser como ellos. No puedo convertirme en aquello que juro destruir.”

Ferit y Seyrán se miraron, incrédulos. La amenaza de muerte se había disuelto en el aire.

Ákin retrocedió lentamente, sus ojos desenfocados. “No los mataré. No por ahora. Pero esto no es el final. Nunca se olviden de lo que hicieron los Korhan, de la sangre que tienen en sus manos.”

Se dio la vuelta y salió corriendo del hangar, dejando a Seyrán y Ferit solos en el silencio. El sonido de su coche arrancando se perdió en la distancia.

Ferit luchó contra sus ataduras y finalmente logró desatar una de sus manos. Se apresuró a liberar a Seyrán. En el momento en que ella estuvo libre, se abrazaron con una fuerza desesperada, aferrándose a la vida que les acababa de ser devuelta.

“Estamos vivos, Seyrán. Estamos vivos”, susurró Ferit, besando su frente, sintiendo el latido rápido de su corazón.

Seyrán, sin embargo, miraba hacia la puerta por donde Akin había huido. “Se ha arrepentido, Ferit. Pero su dolor no se ha ido. Volverá.

El rescate había sido exitoso, la amenaza inmediata eliminada, pero el drama estaba lejos de terminar. El arrepentimiento de Ákin no era una rendición, sino una tregua tensa, un recordatorio de que su vida y la de Ferit estaban ahora irrevocablemente ligadas por la sombra de una venganza inconclusa.