Sueños de Libertad Capítulo 417 (El sabotaje que casi destruye todo en Sueños de libertad)
La mañana se presentaba tranquila en el refugio de Sueños de Libertad. Los rayos del sol se filtraban a través de las ventanas, iluminando las caras cansadas pero esperanzadas de quienes habían encontrado un hogar en aquel lugar. Begoña estaba en la cocina, preparando el desayuno mientras conversaba con Gabriel sobre los planes del día.
“Hoy tenemos que revisar los suministros. No podemos permitirnos quedarnos sin alimentos”, dijo Gabriel, mirando las listas que habían elaborado. Begoña asintió, pero una sensación inquietante la mantenía alerta. Había rumores de que alguien estaba tratando de sabotear su esfuerzo, pero hasta ahora, solo eran susurros.

De repente, la puerta se abrió de golpe, y Andrés entró con una expresión de preocupación en su rostro. “¡Begoña! ¡Gabriel! Necesito que escuchen esto.”
Ambos se giraron, preocupados por el tono urgente de su voz. “¿Qué sucede?”, preguntó Begoña, dejando a un lado la cuchara que sostenía.
“He oído que hay un grupo que quiere deshacerse de nosotros. Quieren que fracasemos, que todo lo que hemos construido se derrumbe”, explicó Andrés, su voz temblando de rabia y miedo.
“¿Cómo lo sabes?”, inquirió Gabriel, frunciendo el ceño. “¿Quiénes son?”
“No tengo todos los detalles, pero parece que hay infiltrados entre nosotros. Alguien está pasando información a quienes nos quieren ver caer”, respondió Andrés, su mirada intensa.
Begoña sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. “No puede ser. Hemos trabajado tan duro para crear este refugio. No podemos dejar que lo destruyan.”
“Debemos actuar rápido”, dijo Gabriel, su mente ya maquinando un plan. “Necesitamos averiguar quién está detrás de esto y proteger lo que hemos construido.”
“¿Y si no lo logramos? ¿Y si todo se desmorona antes de que podamos hacer algo?”, preguntó Begoña, sintiendo que la desesperación comenzaba a apoderarse de ella.
“No podemos pensar así. Debemos mantener la fe y estar alertas”, respondió Andrés, tratando de infundir valor en su amiga. “Si nos mantenemos unidos, podremos superar cualquier obstáculo.”
Con determinación renovada, el trío comenzó a discutir estrategias. Decidieron que lo mejor sería hablar con los demás miembros del refugio, alertarlos sobre la situación y estar atentos a cualquier comportamiento sospechoso.
Mientras se preparaban para salir, Begoña sintió un escalofrío recorrer su espalda. “No podemos permitir que se interpongan en nuestro camino. Este lugar es un símbolo de esperanza para todos nosotros.”
Las horas pasaron, y el refugio se llenó de murmullos. Los miembros se reunieron en el salón principal, y Begoña, Andrés y Gabriel compartieron la información que habían obtenido.
“No podemos dejar que el miedo nos paralice”, dijo Gabriel, mirando a todos a su alrededor. “Debemos ser valientes y estar alertas. Si alguien intenta sabotear nuestro esfuerzo, debemos estar listos para enfrentarlo.”
Los rostros de los presentes reflejaban preocupación, pero también determinación. “Estamos juntos en esto”, dijo una mujer mayor, levantando la voz. “No dejaremos que nadie nos quite lo que hemos construido.”
Sin embargo, mientras la reunión continuaba, una inquietante sensación se apoderó de Begoña. “¿Y si el sabotaje ya ha comenzado?”, preguntó, y el silencio se instaló en la sala.
“¿Qué quieres decir?”, preguntó Andrés, frunciendo el ceño.
“Si hay infiltrados entre nosotros, podrían estar haciendo algo en este mismo momento. Necesitamos revisar los suministros y asegurarnos de que nada haya sido manipulado”, sugirió Begoña, sintiendo que el tiempo se agotaba.
Decididos a actuar, el grupo se dividió en equipos para revisar las áreas clave del refugio. Begoña y Gabriel se encargaron de la cocina, mientras que Andrés y otros revisaban el almacén.
Mientras revisaban los estantes, Begoña sintió una extraña inquietud. “Gabriel, ¿no crees que deberíamos hacer una revisión más exhaustiva? Tal vez deberíamos mirar en cada rincón.”
“Tienes razón. No podemos arriesgarnos”, respondió él, y ambos comenzaron a inspeccionar cada caja y cada bolsa de alimentos.
Justo cuando estaban a punto de terminar, Begoña notó algo extraño en una de las cajas de suministros. “Espera, ¿esto no se ve bien?” dijo, señalando una bolsa que parecía haber sido abierta y luego sellada de nuevo de manera descuidada.
Gabriel se acercó y examinó la bolsa. “Esto no está bien. Podría estar contaminado. Necesitamos sacarlo de aquí.”
De repente, un grito resonó desde el almacén. “¡Ayuda! ¡Algo está pasando!” La voz de Andrés llenó el aire, y el pánico se apoderó de Begoña.
“¡Vamos!”, gritó Gabriel, y ambos corrieron hacia el almacén, sus corazones latiendo con fuerza.
Al llegar, encontraron a Andrés y a otros miembros del refugio rodeando una caja que había caído al suelo. “¿Qué sucedió?”, preguntó Begoña, mirando a su alrededor.
“Alguien había puesto explosivos dentro de esta caja. Estaba a punto de detonarse”, explicó Andrés, su rostro pálido. “Tuvimos suerte de haberlo encontrado a tiempo.”
Begoña sintió que el terror la envolvía. “¿Cómo pudieron permitir que esto sucediera?”
“No lo sé, pero debemos actuar rápido. Necesitamos cerrar el refugio y asegurarnos de que nadie salga ni entre hasta que sepamos quién está detrás de esto”, dijo Gabriel, su voz firme.
La tensión en el aire era palpable mientras todos se miraban, conscientes de que estaban en peligro. “¿Y si el saboteador está aquí, entre nosotros?”, preguntó una mujer, su voz temblando.
“No podemos dejar que el miedo nos paralice. Debemos ser inteligentes y actuar con rapidez”, respondió Begoña, sintiendo que la determinación comenzaba a renacer en su interior.
Decidieron hacer una búsqueda exhaustiva del refugio. Cada habitación, cada rincón, debía ser revisado. Mientras buscaban, Begoña sentía que la presión aumentaba, y la incertidumbre se cernía sobre ellos como una sombra.
Después de varias horas de búsqueda, la tensión se hizo insoportable. “No hemos encontrado nada más”, dijo Gabriel, sudando mientras se apoyaba contra la pared. “Pero sabemos que el peligro sigue ahí afuera.”
“Debemos reunir a todos y hacer un plan”, sugirió Andrés. “No podemos permitir que esto continúe. Si hay alguien que está tratando de destruirnos, debemos enfrentarlo.”
Begoña asintió, sintiendo que la adrenalina corría por sus venas. “Estamos juntos en esto. No dejaremos que nadie nos quite lo que hemos construido.”
Cuando se reunieron nuevamente en el salón principal, Begoña se puso de pie. “Hemos enfrentado muchos desafíos, y este no será diferente. Si trabajamos juntos, podemos superar cualquier obstáculo.”
La determinación brillaba en los ojos de todos. “Así que, ¿qué haremos?”, preguntó uno de los miembros del refugio.
“Haremos guardias, y cada uno de nosotros estará atento a cualquier comportamiento sospechoso. No podemos permitir que el sabotaje continúe”, dijo Gabriel, su voz firme.
La reunión terminó con un renovado sentido de unidad. Aunque el miedo seguía presente, también había una chispa de esperanza. Begoña sabía que, sin importar lo que sucediera, estaban juntos en esto.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Begoña se sentó en su cama, reflexionando sobre lo ocurrido. “No podemos dejar que nos destruyan”, pensó, sintiendo que la lucha apenas comenzaba. Con la determinación de proteger su hogar y a sus seres queridos, se preparó para enfrentar lo que viniera.