Capítulo 409 de Sueños de libertad; 7 de octubre: Begoña y Andrés descubren qué pasó la noche en la que murió Jesús

La noche del 7 de octubre se cernía sobre la ciudad como un manto de misterio y dolor. Begoña y Andrés se encontraban en el pequeño apartamento de ella, donde la atmósfera estaba cargada de una tensión palpable. La muerte de Jesús, un amigo cercano, había dejado un vacío en sus vidas, pero había algo más que necesitaban descubrir: la verdad sobre lo que sucedió la noche de su trágica muerte.

Desde que se enteraron de la noticia, ambos habían sentido que había más en la historia de Jesús de lo que se había contado. Los rumores flotaban en el aire, y la confusión se mezclaba con la tristeza. “No puedo seguir así, Begoña. Necesitamos saber qué pasó realmente”, dijo Andrés, su voz firme pero llena de preocupación. Begoña asintió, sintiendo que la determinación comenzaba a surgir en su interior.

Capítulo 409 de Sueños de libertad; 7 de octubre: Begoña y Andrés descubren  qué pasó la noche en la que murió Jesús

La decisión de investigar

“Sí, lo sé. Hay algo que no cuadra. Todos dicen que fue un accidente, pero… no puedo dejar de pensar que hay algo más”, respondió Begoña, sintiendo que la angustia la envolvía. “Si vamos a encontrar respuestas, necesitamos hablar con las personas que estaban allí esa noche”, sugirió Andrés, su mente trabajando a mil por hora. “Podríamos empezar por Laura, su novia. Ella estaba con él”, propuso Begoña, sintiendo que el plan comenzaba a tomar forma.

Ambos se pusieron en marcha, sabiendo que el camino hacia la verdad podría ser peligroso. La noche caía, y las calles estaban envueltas en una penumbra inquietante. A medida que se acercaban al apartamento de Laura, el corazón de Begoña latía con fuerza. “¿Estás lista para esto?”, le preguntó Andrés, notando la expresión de determinación en su rostro. “Sí, tengo que hacerlo. Necesito entender”, respondió ella, sintiendo que la ansiedad se convertía en coraje.

La confrontación con Laura

Al llegar, Begoña tocó la puerta con suavidad, pero su mano temblaba. Laura abrió, y su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y tristeza al ver a sus amigos. “¿Begoña? ¿Andrés? ¿Qué hacen aquí?”, preguntó, su voz temblando. “Necesitamos hablar contigo sobre Jesús”, dijo Begoña, sintiendo que el peso de la conversación se cernía sobre ellos.

Laura los invitó a entrar, y el ambiente se volvió tenso. “No sé si estoy lista para hablar de eso. Es tan doloroso”, dijo Laura, sus ojos llenos de lágrimas. “Lo entendemos, pero necesitamos saber qué pasó esa noche. Hay muchas preguntas sin respuesta”, insistió Andrés, sintiendo que la urgencia de la situación lo impulsaba.

Laura se sentó, y después de un momento de silencio, comenzó a relatar la noche fatídica. “Estábamos en la fiesta, todo era normal. Jesús estaba feliz, riendo con sus amigos. Pero luego… luego vi que se alejaba con alguien”, dijo, su voz quebrándose. “¿Con quién?”, preguntó Begoña, sintiendo que el misterio se intensificaba. “No lo sé. Era un chico que no conocía. Parecía amistoso, pero algo en su mirada me inquietaba”, respondió Laura, sintiendo que la angustia la invadía.

La revelación

Andrés y Begoña intercambiaron miradas, sintiendo que cada palabra de Laura los acercaba más a la verdad. “¿Y luego qué pasó?”, preguntó Andrés, su voz tensa. “Después de un rato, escuché gritos. Salí a buscarlo, y lo encontré en el callejón detrás de la casa. Estaba… estaba en el suelo”, dijo Laura, las lágrimas cayendo por su rostro. “No sabía qué hacer. Llamé a una ambulancia, pero ya era demasiado tarde”, confesó, sintiendo que el dolor la consumía.

“¿Lo viste pelear con alguien? ¿Hubo alguna discusión?”, preguntó Begoña, ansiosa por obtener más detalles. “No, no vi nada de eso. Solo lo encontré así. Pero había un grupo de chicos cerca, y parecían alterados. No sé si estaban involucrados, pero…”, dijo Laura, sintiendo que la confusión la envolvía.

Begoña y Andrés se miraron, sintiendo que la pieza del rompecabezas comenzaba a encajar. “Necesitamos hablar con esos chicos. Tal vez ellos sepan qué sucedió realmente”, dijo Andrés, sintiendo que la determinación comenzaba a surgir en su interior. “Pero, ¿y si ellos no quieren hablar? ¿Y si se ponen violentos?”, preguntó Begoña, sintiendo que el miedo comenzaba a apoderarse de ella. “No podemos dejar que eso nos detenga. Jesús merece que sepamos la verdad”, respondió Andrés, decidido.

La búsqueda de respuestas

Después de hablar con Laura, Begoña y Andrés decidieron investigar por su cuenta. Se dirigieron al lugar donde ocurrió la fiesta, un bar frecuentado por jóvenes del barrio. Al llegar, la música resonaba en el aire, y la gente reía y bailaba, ajena al dolor que ellos llevaban dentro. “¿Cómo vamos a encontrar a esos chicos?”, preguntó Begoña, sintiendo que la ansiedad comenzaba a invadirla de nuevo. “Tal vez alguien aquí los conozca. Vamos a preguntar”, sugirió Andrés, sintiendo que la determinación lo guiaba.

Comenzaron a hablar con algunos de los asistentes, pero la mayoría parecía no recordar nada. Sin embargo, una chica, al escuchar el nombre de Jesús, se detuvo. “Yo lo vi esa noche. Estaba con un grupo de chicos, pero no sé sus nombres”, dijo, su voz temblando. “¿Puedes describirlos?”, preguntó Begoña, sintiendo que la esperanza comenzaba a renacer. “Eran chicos de la zona, un poco problemáticos. Siempre están buscando líos”, respondió la chica, sintiendo que la preocupación la invadía.

“¿Dónde podemos encontrarlos?”, preguntó Andrés, sintiendo que la urgencia los empujaba a seguir adelante. “A menudo están en el parque, cerca de la cancha. Pero ten cuidado, no son de fiar”, advirtió la chica, sintiendo que la preocupación se reflejaba en su rostro.

El encuentro inesperado

Con la nueva información, Begoña y Andrés se dirigieron al parque, el corazón latiendo con fuerza. Al llegar, vieron a un grupo de chicos riendo y jugando. “Ahí están”, susurró Begoña, sintiendo que la adrenalina comenzaba a fluir. “Vamos a acercarnos”, dijo Andrés, decidido.

Cuando se acercaron, los chicos los miraron con desconfianza. “¿Qué quieren?”, preguntó uno de ellos, con una actitud desafiante. “Estamos buscando respuestas sobre la muerte de Jesús. Necesitamos saber qué pasó esa noche”, dijo Andrés, sintiendo que la tensión aumentaba. “¿Y a nosotros qué nos importa? Eso no es asunto nuestro”, respondió el chico, cruzándose de brazos.

“¡Pero ustedes estaban ahí! ¡Ustedes saben algo!”, gritó Begoña, sintiendo que la frustración la invadía. “No tenemos nada que decirte, chica. No te metas donde no te llaman”, respondió otro de los chicos, sintiendo que la amenaza comenzaba a flotar en el aire.

La verdad sale a la luz

Sin embargo, antes de que pudieran responder, un nuevo chico se acercó al grupo. “¿Qué pasa aquí?”, preguntó, mirando a Begoña y Andrés con curiosidad. “Estamos hablando sobre Jesús. Necesitamos saber qué pasó”, dijo Andrés, sintiendo que la tensión comenzaba a desvanecerse. “¿Jesús? Sí, lo conocía. Estaba con nosotros esa noche”, dijo el chico, su voz más suave.

“¿Qué pasó? ¿Por qué estaba en el callejón?”, preguntó Begoña, sintiendo que la esperanza comenzaba a renacer. “Fue un accidente, no queríamos que pasara. Estábamos bromeando, y se cayó. No pensamos que se lastimaría”, confesó el chico, sintiendo que la culpa comenzaba a invadirlo.

Begoña sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. “¿Bromeando? ¿Eso es todo? ¿No lo ayudaron?”, preguntó, sintiendo que la rabia comenzaba a aflorar. “No sabíamos que estaba tan mal. Cuando lo encontramos, ya era demasiado tarde”, dijo el chico, sintiendo que la desesperación lo consumía.

La resolución

Begoña y Andrés se miraron, sintiendo que la verdad había comenzado a salir a la luz, pero la tristeza seguía presente. “No podemos dejar que esto se olvide. Jesús merece justicia”, dijo Andrés, sintiendo que la determinación comenzaba a renacer. “Sí, debemos contarle a Laura lo que descubrimos. Ella necesita saber la verdad”, respondió Begoña, sintiendo que el dolor se transformaba en resolución.

Mientras se alejaban del grupo, Begoña sintió que el peso de la noche comenzaba a desvanecerse. Habían dado un paso hacia la verdad, y aunque el camino sería difícil, sabían que estaban juntos en esto. “No descansaremos hasta que se haga justicia por Jesús”, afirmó Andrés, sintiendo que la esperanza comenzaba a renacer.

Así, con el corazón pesado pero la determinación firme, Begoña y Andrés se dirigieron a casa, listos para enfrentar lo que vendría y dispuestos a luchar por la memoria de su amigo. La verdad había comenzado a salir a la luz, y no se detendrían hasta que se hiciera justicia.