GABRIEL ENFRENTA EL PEOR GOLPE DE SU VIDA AL ESCUCHAR A BEGOÑA EN SUEÑOS DE LIBERTAD

En este impactante episodio de Sueños de Libertad, la tensión en la vida de Gabriel llega a un punto culminante. El tiempo parece escapársele de las manos, sus planes se desmoronan y, cuando menos lo espera, recibe la noticia que lo dejará paralizado: Begoña está esperando un hijo suyo. La revelación no solo sacude sus emociones más profundas, sino que también pone en peligro todo lo que había intentado construir, tanto en el terreno personal como en el profesional.

La historia comienza en la casa de la familia Reina. Gabriel entra con el rostro cargado de preocupación, la mirada perdida y los gestos que evidencian su angustia. María, que lo observa con atención, se acerca y le pregunta suavemente si la reunión con el americano había salido mal. Gabriel, con un suspiro pesado, responde que sí y no. Para la fábrica la reunión fue productiva, pero para él resultó un golpe inesperado. Explica que el esposo de María apareció en el momento más inoportuno y, junto con Tasio, lograron convencer al inversor de que sería buena idea distribuir los productos de la perfumería por toda Europa. Aunque esto parece positivo para la empresa, para Gabriel representa una amenaza: ahora todo depende de que el superior en Washington dé el visto bueno, y Andrés, con su influencia militar, podría inclinar la balanza a su favor gracias a su buena relación con el almirante Miller.

María, con cierto sarcasmo, comenta que no cabe duda de que la empresa se vería beneficiada con ese trato, pero también reconoce que Andrés tiene facilidad para convencer. Gabriel, con gesto sombrío, deja entrever el verdadero motivo de su inquietud: no es solo la empresa, sino la relación de Andrés con Begoña. Asegura que ya entiende por qué Begoña se muestra tan distante: se está acercando demasiado a Andrés. María intenta disuadirlo de esa idea, convencida de que está exagerando, pero Gabriel insiste. Relata cómo, al regalarle entradas para el teatro, ella prefirió ir con Andrés a visitar a Digna, algo que le resultó extraño. Además, recuerda que esa misma mañana los vio cuchicheando en el desayuno y observó cómo Begoña le tomó del brazo con cariño, apartándose en cuanto él entró en la sala.

Más tarde, en la noche, Gabriel enfrenta a Begoña. Apenas entra ella por la puerta, él la interroga con tono serio acerca de su día en el dispensario. Ella responde con frialdad, casi indiferente, limitándose a decir que todo fue normal, que habían hecho revisiones anuales a los trabajadores. Luego, como por compromiso, le pregunta cómo estuvo su mañana. Gabriel, frustrado, confiesa que no ha sido buena, que lleva días sintiendo cómo ella se aleja de él. Begoña, esquiva en la mirada, replica que podría decir lo mismo, pero asegura que no es por lo que Gabriel piensa.

Él no tarda en reprocharle que lo rechazara la otra noche y que prefiriera la compañía de Andrés antes que acompañarlo al teatro. Ella, molesta, responde que ya le había explicado el motivo. Gabriel, incrédulo, ironiza diciendo que ya entendió que ella y Andrés tienen algo con Digna. Begoña, firme, aclara que lo que conversaban con Andrés se trataba de un asunto familiar confidencial que no podían compartir con nadie, ni siquiera con él. Esa respuesta solo aumenta la tensión. Gabriel, ansioso, insiste en que lo vio cuando ella tomó del brazo a Andrés. Ella, cansada, lo frena con un “basta”. Le pide que deje de controlarla porque no está dispuesta a revivir la pesadilla que vivió con Jesús. Sus palabras caen como un balde de agua helada sobre Gabriel, que la persigue nervioso al verla alejarse.

El momento más devastador llega cuando Begoña, con lágrimas contenidas y voz temblorosa, confiesa: está embarazada. Espera un hijo suyo. La confesión deja a Gabriel mudo, petrificado. Su rostro refleja el impacto de la noticia; ni siquiera logra reaccionar. Begoña, con dolor, admite que esa reacción era lo que más temía: que a él no le hiciera ilusión. Él, todavía en shock, apenas alcanza a decir que no lo esperaba. Ella replica con firmeza que tampoco lo había planeado, pero ahora entiende por qué había estado distante. Sus sospechas de embarazo la tenían confundida y prefirió esperar hasta estar segura antes de decírselo.

El silencio entre ambos se vuelve insoportable. Gabriel baja la mirada, incapaz de encontrar palabras, mientras Begoña concluye con un aire de tristeza: contarle quizá no fue una buena idea, porque ese embarazo, en vez de unirlos, parece que los separará aún más. Se aparta de él, dejándolo solo, hundido en pensamientos y en la incertidumbre.

El capítulo deja abiertas múltiples incógnitas: ¿Será capaz Gabriel de aceptar esta nueva realidad y apoyar a Begoña? ¿O la distancia entre ambos se hará insalvable? ¿Qué ocurrirá con sus planes profesionales si además fracasa la negociación con los americanos? La noticia del embarazo, lejos de darle esperanza, amenaza con ser el golpe definitivo que hunda a Gabriel en el abismo. En medio de la fragilidad emocional y las tensiones laborales, tanto él como Begoña se enfrentan al mayor desafío de sus vidas: encontrar la fortaleza necesaria para enfrentar el futuro juntos o resignarse a que sus caminos se separen para siempre.