Sueños de Libertad Capítulo 402 (Damián enfrenta la culpa tras la muerte de Don Pedro)

El episodio 402 se abre en un ambiente denso, donde el silencio se vuelve insoportable. Damián, aún en la habitación de don Pedro, permanece inmóvil, con la respiración entrecortada. Lo que acaba de ocurrir lo deja paralizado: don Pedro, después de confesarle la verdad sobre la tragedia de Jesús, ha exhalado su último aliento frente a él. Con las manos temblorosas, Damián aparta la almohada del rostro del anciano y confirma lo inevitable: ya no respira. La imagen del cuerpo sin vida lo persigue con el eco de las últimas palabras del moribundo, que resuenan en su interior como un martillo.

Justo en ese instante, la puerta se abre suavemente y aparece Irene. Con tono sereno, rompe el silencio: “Perdona, Damián, pero Pedro necesita descansar”. Nervioso, apenas logra responder. “Ha muerto… acaba de morir”, balbucea, con los nervios a flor de piel. Irene, imperturbable, pregunta cómo sucedió. Él intenta justificar lo imposible: “Estábamos discutiendo sobre la empresa, lo alteré demasiado, fue mi culpa”. Ella, con calma sorprendente, replica que su hermano ya estaba muy débil y que podía haber ocurrido en cualquier momento. Le pide entonces quedarse sola con él. Damián, con el corazón encogido, obedece y abandona la estancia. Al cerrar la puerta, su mente se llena de las palabras de Digna: “Fue un accidente, un terrible accidente. Tu hijo intentó hacerme daño y yo solo me defendí”. El pasado y el presente se funden en un torbellino insoportable.

Mientras tanto, en la casa de los Merino, la tensión no da tregua. Digna, sumida en sus pensamientos, recibe la visita inesperada de Luz, que le confiesa haber recibido una llamada de la casa de Pedro. “Ya ha pasado”, anuncia. Sobrecogida, Digna murmura un “Santo Dios” cargado de recuerdos y resentimientos. Luz intenta reconfortarla, recordándole que él fue el hombre al que amó. Pero Digna responde con amargura: “Sí, lo amé hasta que me arrebató lo que más quería. Ahora todo terminó. Esta pesadilla acabó”. La conversación se interrumpe cuando Gema entra alarmada por los ruidos. Al saber la noticia, reacciona con frialdad: “Un hombre malo menos en el mundo. Todo acabó”. Sin embargo, Digna lo niega con firmeza: “No, aún falta enterrarlo”. Luz le explica que Irene se ocupará de todo, lo que enciende la indignación de Digna, que se niega a acudir al entierro. Su rabia se mezcla con temor: “Descansaré el día que pague por la muerte de mi sobrino. Tarde o temprano, Damián me señalará”.

El miedo aumenta cuando Luz revela que Damián estuvo presente en la habitación durante el fallecimiento. Alarmada, Digna teme que Pedro haya dejado constancia en su testamento de su implicación en la tragedia de Jesús. “Ese hombre era vengativo, incluso muerto puede arruinarme”, murmura aterrada. Gema intenta tranquilizarla: “Nadie puede demostrar lo contrario, lo de Jesús fue un accidente”. Digna rompe a llorar y agradece contar con sus hijos, convencida de que serán su único sostén cuando lo peor llegue.

Avance semanal de Sueños de libertad: Damián descubre toda la verdad  mientras don Pedro se enfrenta a sus últimos días

Paralelamente, Irene busca consuelo en Cristina, a quien visita con ternura. Cansada por trámites y papeleos, confiesa que no quería que se enterara por terceros. Cristina insiste en acompañarla, pero Irene prefiere esperar. Aun así, se abre a ella: “Hasta hace poco, Pedro era mi única familia. Pensé que al perderlo me quedaría sola”. Cristina, firme, responde: “Eso no volverá a pasar. Ahora me tienes a mí”. Un instante de luz en medio de tanta oscuridad.

En su despacho, Damián se hunde en la desesperación. Los recuerdos de Pedro lo atormentan: las últimas confesiones sobre Jesús, la culpa por no haberlo salvado, la rabia acumulada. “Tuve un hijo que fue un ángel y tú otro muy distinto”, retumban las palabras en su cabeza. Aprieta los puños, luchando contra un dolor imposible de contener. En ese momento, entra Andrés, preocupado. Pregunta por su estado y le ofrece apoyo. Damián agradece, aunque con un peso insoportable en la voz: “Pedro me arrebató todo lo que amaba: a Digna, mi fábrica, todo”. Andrés intenta calmarlo: “Ya está, padre. Ese hombre no volverá a hacernos daño”. Además, lo anima con una buena noticia de la empresa, como si quisiera abrir una rendija de esperanza.

Pero la tensión no se disipa. En la galería, Gabriel y María mantienen una conversación en voz baja. Ella le pregunta si sabía que su tío estaba con Pedro en el momento de su muerte. Él, sorprendido, lo niega. “¿Qué hacía allí?”, insiste ella. “Dijo que fue por caridad, ¿te lo puedes creer?”. Gabriel confiesa entonces que también estuvo con Pedro el día anterior, intentando descubrir quién le había entregado las misteriosas cartas. María deduce con perspicacia: “Quien lo hizo está en contra de Damián y a favor de Pedro. Eso te conviene”. La desconfianza se instala.

Damián rompe su amistad con Don Pedro: “Ya no te reconozco”

Gabriel repasa mentalmente a los sospechosos: descarta a Manuela, Digna y Andrés, pero sospecha de Marta o Pelayo, convencido de que Pedro los chantajeaba con algún secreto turbio. María añade que incluso ella fue víctima de sus chantajes hasta el último momento. En ese punto, Gabriel recuerda las palabras de una antigua amante: “Todos recogen lo que siembran”. Aquella mujer terminó casándose con Pelayo Olivares, aunque él siempre creyó que aquello fue una pantalla para tapar rumores sobre Marta y una de las dependientas.

La conclusión es clara: aún quedan muchos secretos enterrados y la muerte de Pedro no los extingue, sino que los desata. Gabriel lo resume con frialdad: “Tarde o temprano descubriremos quién está detrás de todo esto”. La sombra del patriarca muerto sigue extendiéndose sobre todos, alterando no solo la vida personal de cada personaje, sino también el futuro de la empresa y los lazos de sangre que los unen.

El capítulo 402 deja un panorama incierto, lleno de heridas abiertas. La muerte de don Pedro no representa un final, sino el comienzo de una tormenta aún mayor. Con el secreto de Jesús aún palpitando, con Damián atrapado entre la culpa y la desesperación, con Digna temiendo que la venganza de Pedro la alcance incluso desde la tumba, y con Gabriel decidido a destapar alianzas ocultas, la familia se ve empujada a un abismo del que tal vez no todos salgan.

El dolor, la traición y la sed de justicia se mezclan en una trama que ya no permite retroceder. El eco de don Pedro seguirá resonando mucho después de su muerte, como si su sombra guiara los pasos de quienes se creen libres. Porque en Sueños de Libertad, incluso el silencio guarda secretos, y lo que está por llegar promete desgarrar aún más los cimientos de la familia de la Reina.